viernes, 9 de abril de 2010

Descarga de Feudos Francos

Aquí tienen la posibilidad de descargar gratuitamente Feudos Francos, la partida que se ha narrado en las últimas semanas.

Es un archivo de winzip que contiene dos momentos de la partida. El primero, al principio, cuando la partida era favorable para el enemigo; y luego, un segundo instante, en el que todo marchaba a favor de la victoria. Además de ello, el archivo contiene capturas de imagen de las estadísticas de la partida una vez concluida; quedan como un testimonio más de la victoria obtenida.

Para descargar la partida, sigan este vínculo.

jueves, 8 de abril de 2010

Feudos Francos. Balance Final

Si bien ya había tenido un par de partidas previas en el mapa de Selva Negra (partidas que jugué en épocas anteriores a las que se registran en el blog) no me resultaba muy familiarizado con el desenvolvimiento particular de los participantes en las circunstancias que ofrece.

La primera de ellas es que la gran parte del territorio está dominaba por extensivas áreas de bosques, con uno grande en el centro prácticamente para el uso de los ocho contendientes. Entre los que formaban parte de un solo equipo se había creado un camino, algo dañado, que unía ambos feudos; al mismo tiempo que servía de vía para encontrar a los rivales. Particularmente, entre los francos amarillos y Pipino el Breve la calzada sirvió para los viajes de las caravanas comerciales entre mercados. Aparte de esto, entre feudos enemigos había una breve tierra de nadie, muchas veces con vitales recursos, que los separaban.

En el nivel de dificultad máxima parece que la consigna de todos los enemigos, dirigidos por el sistema, se trata de eliminar al aliado del jugador humano. Una vez logrado, el resto cae como vendaval sobre el superviviente. En ese caso el aliado está allí para permitirte prosperar el tiempo que él resiste los embates de los rivales. Hay que ayudarlo en algunos casos. Lamentablemente, el desarrollo económico y urbano no permite fácilmente que eso suceda. A lo mucho se puede enviar una partida de caballería, pero ellos —a la larga— terminan por perder la vida. Una razón más para el fracaso de una iniciativa de apoyo firme y constante al aliado es que no se puede tener la atención en dos lugares al mismo tiempo. La computadora lo hace, pero ella es computadora. ¿Y nosotros? Pues sólo queda derrotarla con ingenio.

Si tuviera que decir qué cosa me han dejado los grandes hombres del pasado como legado, que me haya sido útil en algún momento, debería recurrir a una ironía. Pipino el Breve, mi aliado, a la hora de retirarse de la contienda bélica me dejó un feudo de regalo, con recursos por explotar incluidos… y además cuatro castillos y murallas para seguir peleando hasta lograr la victoria. Todo fue sumamente útil, ya que el ex feudo de Pipino el Breve se convirtió en un campo de batalla donde esperaba a los enemigos para caer por flechas o por la espada. Como también, en momentos más tardíos, sirvió como base militar. Los castillos, tanto en los míos como en los dejados en “herencia”, devinieron hacia el final en hospitales de campaña para la recuperación de las unidades heridas; o bien, para que los aldeanos desempleados colaboren en la guerra mejorando la fuerza de ataque de los castillos. ¡Estuvieron empleados como arqueros! Lastimosamente no pude mantener todos los castillos hasta el final. De aquéllos entregados sólo permanecieron en dos. Ambos fueron perdidos en un solo momento: cuando los francos amarillos se fueron de campaña contra Rey Felipe I, en una de las tantas ofensivas que luego determinaron su derrota.

Una gran embestida contra Pipino el Breve determinó su caída. En ella se juntaron enemigos y enemigos entre sí con el fin de sacarlo del juego. Carlos el Atrevido y Carlos Martel le dieron la estocada final. De ahí los otros seis restantes fueron derrotados por el acero de los francos amarillos. En realidad el primero que cayó fue acaso el más memorable y venerable de todos los francos de la Edad Media, Carlomagno. Es muy curiosa la forma en que fue derrotado. La primera exploración a su tierra lo encontró en una situación incipiente. El centro urbano, unas cuantas torres, la misma cantidad de leñadores y ninguna unidad militar. El feudo de Carlomagno no se había desarrollado al par de los demás.

El siguiente en ser eliminado fue Pipino el Breve, pero de él ya se habló. Ahora era turno de Rey Felipe I. Había que conseguir más reliquias, y él era poseedor de una. El flujo de oro debía aumentar como medida de precaución. Atacarlo supuso la inversión en cinco expediciones, aproximadamente, hasta hacerlo caer. La distancia que los guerreros debían viajar era larga, de extremo a extremo, y peligrosa. Una esquina del feudo de Carlos Martel, defendida con tres castillos, era una amenaza. Incluso el monje que recogió la reliquia alcanzó las tierras del Rey Felipe I herido, pero vivo.

Transcurrió un lapso, tomándonos una pausa para reorganizarnos y estudiar al rival, el siguiente fue Felipe el Bueno. Al presentar esta partida, meses atrás, dije que se presentaban “extrañas coincidencias”. Nuestro rival de turno, Felipe el Bueno, padre de Carlos el Atrevido y ambos formaban una sola alianza. Cuando el padre la pasaba realmente mal y su ciudad comenzaba a ser arrasada, Carlos el Atrevido atacó a los francos amarillos invasores haciéndolo, prácticamente, “en el nombre del padre”. Y cuando veía que sus oportunidades de ganar eran escasas armó un ataque de paladines descomunal. Felipe el Bueno ya había quedado fuera de la partida. Así que nuevamente emprendió una acción bélica “en el nombre del padre”. Vencerlo significó el acceso a las dos últimas reliquias en poder del enemigo y con ello el control de todas. Hacer una abertura en mitad de su muralla fue el factor sorpresa para caer sobre el centro de la ciudad.

Antes de atacar a Carlos el Atrevido le tocó el turno de Carlos Martel, quien al igual que Luís XI sufrió un mismo ardid. Disponían de pocas tropas; de seguro que las habían perdido luchando contra otros, no hay otra posibilidad. Los bosques que protegían parte de sus ciudades, como barrera natural, habían sido talados por completo y representaban una puerta abierta para los francos amarillos. La expedición fue dividida en dos cuerpos. Uno se encargó de destruir los edificios exteriores de la ciudad, ubicados frente a la entrada principal; con ello el poco ejército que les quedaba mordía la carnada saliendo a luchar. El segundo cuerpo aprovechaba la ciudad desprotegida atacando los principales edificios militares como los que producen unidades; o los defensivos como los castillos que con sus flechas dificultan la lucha en las calles. Destruidos representaban un acceso rápido a la victoria. Como dije líneas arriba: es cuestión de usar el ingenio.

miércoles, 7 de abril de 2010

Luís XI concede la victoria


El cuerpo ensangrentado de la última aldeana, quien inútilmente intentó huir. La furia de los francos amarillos hasta el desenlace victorioso. Los paladines atacando el mercado y los arqueros a caballo contra una casa en llamas. Los escombros de otras de ellas en una ciudad despoblada sin aldeanos ni soldados. También torres de vigilancia que aún quedan, pero sin ser mayor impedimento para avanzar. Luís XI no da para más y oficializa su derrota.

martes, 6 de abril de 2010

La aldeana que huye


Es la última con vida. Huyó cuando los otros aldeanos fueron victimados, pero ya no tiene a dónde ir. Al tiempo que trata evadirse de los paladines, los arqueros a caballo le apuntan con sus flechas. El fuego de los lanzapiedras cae sobre las casas y los antiguos campos de cultivo. En la imagen hay un mercado que ya no es más útil pues no puede transferir recursos a su antiguo aliado ya rendido.

lunes, 5 de abril de 2010

Rumbo a la victoria


Con un jabalí de impasible espectador y los lanzapiedras atacan a todo lo que se halle a 360 grados de ellos, un grupo de aldeanos grises han sido victimados por obra de hachas y flechas. Son los últimos instantes de Luís XI en esta contienda. Casi la mitad de la ciudad ha sido destruida. No quedan más que unos cuantos de los edificios económicos.

domingo, 4 de abril de 2010

Arqueros a caballo


Al mismo tiempo que los proyectiles de los lanzapiedras impactan en el último centro urbano gris, los arqueros a caballo amarillos ponen la mira en los aldeanos que lo rodean. Desorientados y desocupados, apenas fueron atacados se refugiaron en el centro urbano. Ya no hay muchos edificios militares que contrarresten el avance de los invasores.

sábado, 3 de abril de 2010

Torre y castillo derrumbados


Colocar un ariete cubierto o un ariete de asedio entre dos estructuras conduce a que ambas sean afectadas; mejor aún si dentro de ellos llevan infantería. Cualquiera que lo intente notará que ambos edificios empiezan a incendiarse y se destruyen en menor tiempo de lo habitual. Los escombros retratados en la imagen corresponden a un castillo y una torre. Posteriormente los aldeanos fueron ultimados por las flechas de los arqueros a caballo amarillos y fueron presas de caza de los paladines.

viernes, 2 de abril de 2010

Establo en llamas


¡Funcionó como se esperaba! Sólo restan la infraestructura defensiva y económica, como también los aldeanos. El centro urbano ya ha caído víctima de los bombardeos con lanzapiedras. En el otro lado, los arietes cubiertos embisten contra las paredes de un castillo y una torre de vigilancia. Ambos contingentes se van cerrando, hacia un punto en común, como si formaran los lados de un triángulo que van a unirse en el vértice superior.

jueves, 1 de abril de 2010

Luís XI muerde el anzuelo


Como se ve los cañones de asedio, lanzadores de hacha y unos cuantos más empiezan a movilizarse contra la fracción de los francos amarillos que atacan sus edificios. Los paladines serán la fuerza de choque, mientras que los arqueros a caballo van a apoyar con sus flechas. En el otro extremo, separados por un tupido bosque, el otro grupo espera el momento de atacar.
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