
Al mismo tiempo que los proyectiles de los lanzapiedras impactan en el último centro urbano gris, los arqueros a caballo amarillos ponen la mira en los aldeanos que lo rodean. Desorientados y desocupados, apenas fueron atacados se refugiaron en el centro urbano. Ya no hay muchos edificios militares que contrarresten el avance de los invasores.
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