
Allí se refugian los aldeanos. En todo lado al que se vaya van apareciendo más de ellos. Puede entenderse que tienen recursos suficientes. Son un hueso duro de roer. A las torres de vigilancia se les puede destruir con un ataque masivo de caballería, gracias a su fuerza de ataque. Ellos resisten las flechas, que salen de una en una por cada torre; o bien más, si hay aldeanos refugiados.
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