
Lastimosamente hay que admitir que si bien los arietes son un arma excelente contra los edificios, en especial cuando éstos se hallan muy contiguos, sin embargo, sufren por las flechas y uno que otro soldado enemigo, que pudiera aparecer a hacerles frente para defender la ciudad. Se van desgastando y desgastando hasta caer. Allí en la imagen se ve, precisamente, a dos de ellos. Los arqueros a caballo, cual una partida de francotiradores, se encargan de ultimar a los últimos aldeanos supervivientes.
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