El mapa de las Montañas ofrece la condición de ríos que separan a cada equipo, convirtiendo su respectiva porción de tierra. Tal como fue la partida —de ocho participantes, divididos en cuatro competidores— hubo cuatro territorios claramente marcados en los que cada facción tenía su propia tierra que defender, donde se establecía su centro urbano inicial, desde donde partían en la carrera por la conquista de todo lo demás. La característica adecuada que tuvo este mapa fue la ausencia de bosques de bambú. En otros mapas de esa categoría, dicho vegetal del oriente forma parte del juego. Su presencia hubiese significa algo realmente extraño, desencajado de la verosimilitud necesaria.
La estrategia planeada dio resultados. Amurallando los vados de los ríos se evitó grandes daños perjudiciales tanto para quien mí como para Brude, mi aliado. Ciertas partes del territorio lucieron ensombrecidas por la ausencia de población o de construcciones de los aldeanos. Del mismo modo, también fueron inexpugnables para el enemigo. Salvo la expansión inicial de Columba, sobre tierras de Brude y la incursión de unos pocos paladines de Cuneda, en el extremo oeste, no hubo mayores inquietudes.
Cada vado estuvo compuesto de su muralla y un castillo hecho para repeler con flechas a los invasores. En los momentos inmediatamente posteriores a un ataque enemigo, las construcciones eran reparadas. Entonces, así, el rival cuando regresaba debería empezar su trabajo desde cero. Obviamente, hay que señalar que cada castillo constaba de su respectivo destacamento. Paladines, para salir al encuentro del rival y destruirle sus maquinarias de asedio y arqueros a caballo, que desde el castillo reforzaban el ataque de éstos. Además, cabía la posibilidad de crear invasores de pasto, la unidad única de la civilización celta, de movimientos rápidos y fortaleza destacada. Eventualmente se incorporaba a dichas guarniciones campeones o alabarderos. Unos pasos más allá se ubicaban las armas de asedio (lanzapiedras y arietes de asedio). Para todas las unidades dichos vados fortificados eran el punto de partida de las expediciones a tierras vecinas.
El comercio con Brude, que constaba de tres carretas de mercancías, aportaba. Sin embargo, explotado todo el oro posible de la tierra que nos pertenecía, únicamente restaba invertirlo en campañas militares, con el propósito de acceder a nuevas tierras con recursos necesarios y buscar las reliquias, que siempre aportan con el ingreso en metálico. Contrariamente a lo que se esperaba, la consecución de las cuatro reliquias que se tuvo fue de una manera peculiar. La primera de ellas fue hallada fuera del territorio de Columba sin que sea recogida por algún monje suyo. Se olvidaron de ella. Gracias al campo visual de una de las tantas torres de Brude pudo ser vista. Y recogerla fue un procedimiento realizado antes de la conflagración con él.
Suerte algo similar sucedió con las tres siguientes reliquias. Todas ellas pertenecieron a Maelgwn. Él las resguardaba, todas, exclusivamente en un monasterio. Cuando se declaró perdedor me hallaba concluyendo la eliminación de Columba. Explorar el territorio y reagrupar las fuerzas militares para volver a casa era el paso siguiente. Sin embargo, sonaron las últimas palabras de Maelgwn, lo cual era impresionante. Primero, porque fijándose en las estadísticas él figuraba como el participante de mayor puntaje. Felizmente, el trabajo de los exploradores de Brude que presenciaron el momento en que las reliquias yacían al pie del nuevo monasterio reconstruido, y gracias a la visión compartida que se da entre aliados, se las pudo detectar. Entonces, las tropas creadas para reforzar el ataque a Columba fueron enviadas a territorio de Maelgwn. Tuvieron la misión de proteger las reliquias de manos ajenas, esperar a los monjes, que debieron ser creados; y luego custodiarlos de vuelta a casa. En fin, la obtención de las preciadas reliquias fueron golpes de suerte aprovechándonos de falencias de los oponentes. Columba que olvidó recoger la que debía recoger; Maelgwn que las perdió al rendir su ciudad; y los otros, Ambrosio y Etelfredo, que no llegaron a tiempo. Pues cuando llegó uno de sus monjes acudió fue inmediatamente eliminado. Si las hubiesen recogido, habrían poseído cuatro. Con ello, una lucha realmente difícil.
La forma cómo se llevó a cabo las victorias fue así. De acuerdo con lo visto en las postales: Primero Valmont venció a Cuneda, luego a Columba; Ambrosio y Etelfredo a Maelgwn; luego Valmont a Atelredo el Perezoso, quien quedó maltrecho por causa de Ambrosio y Etelfredo. Finalmente, éstos dos sucumben ante Valmont y Brude. Hay algo que decir respecto de mi aliado: se llenó de armas de asedio y cubrió su tierra de castillos y torres de homenaje; pero sólo comenzó a mandar significativas expediciones cuando ya empezaba el preludio del final. Sólo participa en los últimos instantes. Es más, me atrevo a decir que llegó al campo de batalla con el acta de capitulación lista para que Etelfredo la firme. Y nada más.
Cabe destacar que en esta contienda no participaron los tres personajes celtas más populares. William Wallace, el conocido Corazón Valiente, caudillo que luchó contra la dominación inglesa; Roberto el Bruce, contemporáneo del anterior, quien obtuvo la independencia escocesa en la batalla de Bannockburn y, finalmente, Macbeth, personaje histórico y literario, rey de Escocia y personaje de un drama histórico de William Shakespeare del mismo nombre, además, arquetipo de la ambición. Ellos tres forman también parte de los personajes de Age of Empires II en las partidas estándar.
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