Los caballeros se posan sobre lo que fueron edificios importantes de los mongoles amarillos. Ya no queda mucho. Tan sólo desmontar las armas de asedio y adelantarlas un poco para hacer disparos a otros objetivos al interior de la ciudad. Sin embargo, surge una alarma temprana: los lanzapiedras son amenazados por la aparición de arietes de elite mongoles de Chepe. Un grupo de samuráis se separa del grueso de la tropa dirigiéndose a defender las maquinarias de asalto.
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