viernes, 15 de octubre de 2010

Nada perdido


Los arietes pudieron ser repelidos por los caballeros japoneses. Evitaron que causaran más destrucción en el campamento base. Tan sólo quedaron los edificios para la producción de unidades militares. Los aldeanos, por el temor de perderlos, fueron destinados a protegerse huyendo hacia los barcos transportes. Ahora tengo otra idea: colocar dos castillos, uno a cada lado del camino. Dos serán mejor que uno solo.

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