miércoles, 19 de diciembre de 2012

Khanes Mongoles. Balance Final

La temprana caída de Mongke Khan podía significaba una de dos cosas. Quizás no había tenido tiempo ni espacio suficiente para desarrollarse; o había algún ejército poderoso que había consumado su derrota y andaba en campaña conquistadora. Entonces, si vencían a Toktamish Khan, estaban a un tiro de atacar a Uzbeg, mi aliado.

Sin embargo, las cosas no sucedieron así. En mí afán por conseguir victorias inmediatas, los guerreros fueron enviados contra Toktamish Khan. Si conseguían el propósito conquistador, el extremo norte del mapa quedaría despejado y, de esa manera, Uzbeg podría estar más tranquilo, dedicarse a recolectar recursos y formar un poderoso ejército que ayudara en la campaña contra los otros participantes de la contienda bélica. Así, el esfuerzo sería compartido. Lamentablemente, a lo largo de toda la partida, a pesar de la seguridad con la que contaba Uzbeg, éste tan sólo se animó a enviar expediciones con un mínimo de guerreros, que luego eran derrotadas sencillamente. Más bien, parecía que esperaba al enemigo en sus tierras en una clara actitud defensiva.

El método empleado para derrotar a Toktamish Khan fue el siguiente: en un principio destruir las torres y castillos que pudieran atacar a los soldados. Posteriormente, no destruimos las murallas para ingresar a la ciudad, sino que acercamos —todo lo posible— los lanzapiedras a las murallas y desde allí bombardearon todo lo que pudieran encontrar en su radio de acción y que perteneciera al enemigo. La muralla, en un primer momento, no representó un obstáculo; más bien, todo lo contrario, se utilizó como protección contra los guerreros de Toktamish Khan que pretendían evitar que su ciudad cayera destruyendo las armas de asedio.

Con el extremo norte despejado de enemigos, podía darse esta situación: establecer una base militar en las tierras de Toktamish Khan para proteger a Uzbeg de un posible ataque enemigo. Contra lo que pensaba, empezó lo que yo llamaría la “batalla por los recursos”. Fue un momento en el que no hubo grandiosas acciones militares. Más bien fue un lapso en el que los aldeanos, repartidos en aquellas áreas del mapa que quedaron libres, se dedicaron a recolectar recursos tales como oro y piedra. Las tierras de Mongke Khan y Toktamish Khan las poseían en abundancia. En esta etapa de la partida la disputa por los recursos la tuvimos con Uzbeg, quizás la única disputa que mi aliado se tomó en serio.

Esta denominada “batalla por los recursos” debía tener un fin: coincide con la caída de Kublai Khan, el aliado de Tamerlán. La situación se ponía muy peligrosa. Ahora lo podía entender mejor, la alianza de Guyuk Khan y Kitboga era artífice de las derrotas tanto de Mongke Khan como de Kublai Khan y, además, dicha alianza iba en pos de las reliquias.

Siendo un rival débil, que podía sucumbir y perder sus reliquias ante otros, Tamerlán resultaba una situación complicada que merecía una rápida decisión. De inmediato se ordenó una movilización contra él. Lo bueno del asunto era su ubicación geográfica, únicamente un pequeño bosque nos separaba. La tarea conquistadora fue rápida y el acceso a sus dos reliquias, inmediato. Junto a la que ya teníamos, encontrada fuera de las tierras de Toktamish Khan, sumábamos tres. Entonces, en manos de la alianza de Guyuk Khan y Kitboga quedaban dos reliquias más.

Por un buen tiempo, nuestra estrategia fue defensiva. Construimos hasta dos castillos por cada vértice de las tierras de los mongoles rojos. No se había decidido pasar a la ofensiva contra la última alianza, sino más bien obligarlos a pelear una guerra de desgaste. ¿En qué consistía eso? Tanto Guyuk Khan como Kitboga enviarían constantemente expediciones con el propósito de acabar con los mongoles rojos. El plan fue esperarlos resguardando la ciudad, luego entrar en combate, que involucraba unidades de caballería e infantería, al tiempo que el enemigo también era diezmado por las flechas de los castillos, desde los cuales los mangudais aportaban mayor potencial de ataque, y, finalmente, las armas de asedio enemigas tenían que ser destruidas por la caballería pesada.

¿Qué se conseguía con este procedimiento? El enemigo tenía recursos limitados; mi intención era que los perdiera atacándonos. Nuestros aldeanos podían se redirigidos a explotar recursos en otros lugares, mientras que el rival suele quedarse paralizado y renunciar a seguir reuniendo más recursos una vez que lo más próximo a él se ha agotado. Si teníamos bajas, podían ser repuestas ya que había un flujo continuo de alimentos, oro y madera. Por su parte, el enemigo no podía recuperar lo que perdía. Es por ello que cuando decidimos emprender la campaña contra Kitboga fueron escasos o casi nulos sus esfuerzos, expresados en unidades militares, para detener a los mongoles rojos. La derrota de Kitboga nos ofreció las dos últimas reliquias que hacían falta. Ya teníamos las cinco en disputa.

Guyuk Khan, el último enemigo, también sufrió los efectos de esta guerra de desgaste; aunque, a diferencia de Kitboga, sí tuvo algunas unidades militares para hacernos un poco más difícil obtener la victoria sobre él cuando atacamos su ciudad. De todos modos, la guerra de desgaste había surtido un efecto esperado. Los guerreros del enemigo caían ante nuestras defensas; al mismo tiempo que Guyuk Khan y Kitboga perdían sus posibilidades de victoria.

Una unidad militar, que tuvo una gran importancia en la partida, fue el mangudai. En ciertos momentos aportó su cuota ofensiva reforzando el poder de ataque de los castillos; en otros momentos atacaron a los aldeanos enemigos para expulsarlos de determinadas áreas, apoyar a la caballería pesada o bien para dar la estocada final, ultimando a los aldeanos del oponente cuya ciudad habíamos arrasado.

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