Debido al tiempo transcurrido —desde su estreno hasta hoy— ya debe haber literatura crítica de cine muy desarrollada sobre la película. Entonces, evitando caer en un círculo vicioso, mi pretensión es encontrarle algún punto, visto desde cierto ángulo, que termine por ser original y novedoso. Es por ello que termino haciendo esta suerte de ensayo o apreciación crítica centrada en uno o dos temas. Por otro lado, estudiar la película globalmente seria un proyecto que tomaría años y el formato del blog no permite algo tan extenso.
La tragedia escocesa
Macbeth, al principio, se muestra como un hombre real a Duncan, Rey de Escocia. Las primeras imágenes de la película nos presenta a un líder militar que ha llevado a las fuerzas reales escocesas hacia una victoria contra la sublevación de Macdonwald, quien apoyado por el Rey de Noruega, intentó desafiar la autoridad regia de Escocia. De Macbeth se nos dice que fue un gran guerrero y su valor decidió la difícil batalla. Hasta ese momento no hay nada que apunte hacia el concepto que los conocedores de literatura tienen sobre él.
El ejército escocés fue comandado por Macbeth y Banquo, dos hombres con un importante rango nobiliario. Camino a casa, luego de la batalla, se encuentran con las brujas que —prácticamente— dan el empuje inicial a los acontecimientos más importantes que se desencadenan en la trama. Ellas conocen el destino de Macbeth y Banquo. El primero será Thane of Cawdor y luego Rey de Escocia. El segundo no se queda atrás y es visto como un hombre que será padre de futuros reyes.
La situación contradictoria salta a la vista. Si Macbeth va a ser rey, entonces se supone que de él surgirá una sucesión dinástica que va a ocupar el trono de Escocia. Luego, no cabe sentido de que Banquo sea padre de futuros reyes. La premonición de las tres brujas inquieta más a Macbeth que a Banquo.
De los vaticinios el primero en cumplirse es el relacionado a Macbeth. Ya de principio es conocido por ser Thane of Glamis (Thane viene a ser título nobiliario escocés equivalente al de barón). Una vez capturado el sedicioso Macdonwald será sometido a ejecución y su título, Thane of Cawdor, pasará a Macbeth. Cuando sucede, éste queda pasmado sosteniendo en sus manos esa suerte de collar que lo distingue como barón del reino. El suceso —el cumplimiento del vaticinio de las brujas— da pie para que Macbeth piense que algún día puede llegar a ser Rey de Escocia. Si está dicho que sea así, sólo es cuestión de esperar.
Es muy interesante el momento en que Macbeth es honrado como el nuevo Thane de Cawdor. En la misma ceremonia, Malcolm, hijo mayor del rey Duncan, es designado Príncipe de Cumberland y futuro heredero al trono. El rostro de Macbeth resulta expresivo para la situación: una mezcla de dolor y frustración, puesto que con la designación de Malcolm como futuro heredero agota cualquier medio pacífico y limpio para que Macbeth logre ser rey. En el acto se firma un documento que legaliza la designación del heredero y sucesor regio.
Lady Macbeth ha recibido de su esposo una carta que le anticipa en su retorno a casa. Se muestra muy alegre con la victoria militar de su esposo y también de las predicciones de las brujas. Ella ve que si ya se cumplió una de ellas, la siguiente puede también hacerse realidad. Sin embargo, Lady Macbeth entiende rápidamente que de barón a rey el único medio posible es la violencia, en otras palabras, recurrir al asesinato.
Macbeth es un personaje que medita mucho. El trayecto, desde la lealtad máxima que pueda expresar (sofocar la rebelión) hasta la lucha a muerte con Macduff, está graficado por sus soliloquios que nos muestran esa evolución. Camino a Inverness, su morada y castillo, Macbeth es agobiado por pensamientos de maldad que son refrenados por la duda de ejecutarlos o no. Le falta el valor suficiente para convertirse en un regicida.
Es curioso que sea Lady Macbeth —una mujer— quien le dé a su esposo ese valor necesario que le hacía falta a Macbeth para consumar la traición. Su esposa azuza la tentación. Ella se siente capaz de crear las condiciones necesarias y el ardid preciso para asesinar al rey. Si bien se manifiesta más decidida a consumar el crimen que su esposo, ella tiene momentos de flaqueza, de duda, de temor hacia el fracaso de la empresa proyectada. ¿De dónde toma más fuerza Lady Macbeth? Es llamativo que sea invocando a las fuerzas infernales, a los poderes de la oscuridad, para que le den la valentía necesaria borrando las flaquezas de su género. Macbeth, posteriormente, también hará uso del mismo recurso. Sus palabras también son llamados a las fuerzas demoniacas para darse fuerza en esa hora que el “Bosque de Birnan” está por asediar su castillo. Por otra parte, resulta opuesto a lo que hace el común de la gente en los momentos difíciles: un llamado a Dios, a Cristo o un santo para que recurra al auxilio de aquel que lo pide. En Macbeth vemos que es diferente. A nuestro juicio parece estar vinculado con la magia negra de las brujas, que con sus hechizos, somete el destino de Macbeth a los poderes infernales. En la tragedia clásica, los designios del ser humano están bajo el poder de los dioses olímpicos: hay una relación entre el ser humano y la voluntad de aquellos. En Macbeth este vinculo de lo humano con lo divino, pasa a ser de lo humano con lo demoniaco y como Macbeth es un producto cultural que procede de una sociedad cristiana, la Inglaterra del s. XVII, el destino del protagonista y su esposa cae en manos del diablo.
Uno de los grandes temas de esta tragedia es el sentimiento de culpa, más que nada es la parte vertebral de la pieza teatral. Luego del banquete en el castillo, Macbeth mantiene sus dudas. Es su oportunidad de dar el golpe necesario para asesinar a Duncan y convertirse en rey. Junto a su esposa y a escondidas del resto discuten (incluso hasta las lágrimas) sobre ejecutar o no el siniestro plan. Otro héroe shakesperiano, exactamente Hamlet, puede dar más luces sobre este asunto. Macbeth, también expresa dudas sobre los pasos a seguir, pues siente remordimientos y teme fallar; pero el guerrero escocés se distancia del príncipe danés en cuanto a la condición moral de sus acciones. Macbeth busca el poder; Hamlet quiere justicia… pero ambos dudan, aunque el primero supera al otro introduciendo su alma en una vorágine de maldad y sucesivos asesinatos para garantizar su permanencia en el trono. Uno de ellos es eliminar a Banquo, a quien se le ha anunciado como padre de futuros reyes. Otro de ellos es Macduff, que se declara en sedición.
Antes de degenerar definitivamente, Macbeth y su esposa pasan por un momento en el que la balanza de sentimientos morales y las ambiciones malvadas es equilibrada. Por un lado están dispuestos al asesinato para convertirse en rey y reina; pero por otra parte al más mínimo sonido —en la noche del asesinato— se sobresaltan y andan asustadizos, aparte de temer al fracaso. Muerto Duncan, Macbeth aún tiene sentimientos de culpa (Duncan había sido tan bueno con él, aparte de ser familiar suyo). Cree que las manchas de sangre no pueden ser borradas ni con todo el océano del universo. De ahí en adelante no podrá dormir bien, tendrá alucinaciones y sueños que reflejan sus temores.
Tras acomodar la escena del crimen de tal manera que sean los guardianes del rey los acusados del regicidio, Lady Macbeth se reúne con su esposo y dice, en contraposición a su esposo, que sólo basta un poco de agua para lavar las manchas de sangre y listo, no hay más culpa. Es irónico cómo posteriormente Lady Macbeth pierde el juicio y anda por sus aposentos desnuda y murmurando los detalles de la planificada muerte de Duncan, que le trae tormentos como si la moral le carcomiera el alma por sus malas acciones. Luego está su constante frotamiento de las manos, en clara señal de estar lavándose las manos, en las cuales alucina ver la sangre de Duncan que no pueden borrarse.
Hacia el final cuando los denominados “Bosque de Birnan” van a asediar el castillo de Macbeth, su esposa muere. El usurpador escocés no manifiesta un gran dolor por su compañera sentimental. La mira como si nada extraordinario hubiera sucedido, unas pequeñas palabras reflexivas y punto. Macbeth está tan comprometido con defender su corona que ha perdido la capacidad afectiva. Es el momento en el cual la maldad y tiranía se ha apoderado de Macbeth y lo convierten en un monstruo capaz de creerse invencible, porque ningún hijo nacido de mujer podrá vencerlo, uno más de los vaticinios. Sin embargo, Macduff había nacido vía cesárea y es finalmente quien hará justicia matándolo; el único capaz, pues previamente el joven Seyward lo intentó pero acabó muerto. Es muy curioso el capricho del destino. Por lo menos en las obras que lo presentan con un papel fundamental en ellas siempre encuentra una manera, un camino, por más difícil que sea, para hacerse realidad por más esfuerzo humano que busque evitarlo.
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