Debido al tiempo transcurrido —desde su estreno hasta hoy— ya debe haber cierta literatura crítica de cine muy desarrollada sobre la película. Entonces, evitando caer en un círculo vicioso, mi pretensión es encontrarle algún punto, visto desde cierto ángulo, que termine por ser original y novedoso. Es por ello que termino haciendo esta suerte de ensayo o apreciación crítica centrada en uno o dos temas. Por otro lado, estudiar la película globalmente seria un proyecto que tomaría años y el formato del blog no permite algo tan extenso.
Feudalismo y la cuestión de mostrarse “tal cual uno es”
La película nos introduce en las guerras de independencia escocesa de los siglos XIII y XIV, bajo la perspectiva de múltiples personajes, de distintas procedencias y bandos bélicos y políticos. En este conjunto de personajes tan heterogéneos cada quien tiene un interés en particular.
Por un lado tenemos a los campesinos o el pueblo, aquellos más pobres y que sufren las injurias inglesas más que ningún otro; pero no son los únicos, los nobles escoceses también son víctimas. Eduardo “El Zanquilargo”, cuando Escocia quedó sin príncipe heredero, convocó a una reunión de nobles para solucionar el problema de la sucesión regia; puesto que los nobles escoceses, divididos, pelean entre sí y contra “El Zanquilargo” por la corona de Escocia. En verdad, aquella cita, fue una treta traicionera para matarlos, dejándolos colgados, en un rústico granero, y de esa manera logra privar al pueblo escocés de sus líderes y cualquiera que deseara oponerse a sus planes de conquista.
William Wallace, desde niño, vive la intromisión extranjera en su patria. Las tropas reales inglesas patrullan el sur de Escocia constantemente; son territorios sobre los que ejercen control. Su niñez está marcada por la violencia. El abuelo ha muerto peleando por la patria, como también el padre y hermano mayor quienes les son devueltos muertos, en una tristísima escena, llevados en una carreta.
A su regreso de un peregrinaje por algunas de las ciudades más importantes de Europa, William Wallace se establece entre la gente del pueblo. Estos campesinos apenas tienen tierras, dependen de sus señores feudales y muchas veces (o casi siempre) son víctimas de los abusos ingleses. La gaita está proscrita, no pueden portar armas y, en casos extremos, deben compartir sus mujeres, por las buenas o las malas (prima nocte o derecho de pernada) o por violaciones, tal como estuvo por suceder con Murron, la esposa de Wallace.
Es la muerte de la esposa de Wallace lo que desata su ira y lo convierte en merecedor de su apelativo, Braveheart. Ya sabemos que viene cargando con toda una serie de experiencias negativas (la muerte de sus familiares por manos inglesas). Lo que en un principio es una revancha por la muerte de su amada y la venganza del esposo injuriado por la prima nocte va tomar un carácter de movimiento popular encausado para la liberación de Escocia. No sólo Wallace es el único afectado, sino todo un pueblo, todo un estamento social, todo un grupo humano que comparte similitudes en el modo de vida y padecimientos en el diario vivir. Es así como los clanes se van uniendo para enfrentar en el campo de batalla al ejército inglés. Lo más notable: primero la batalla de Stirling, el asedio y toma de York y finalmente la batalla de Falkirk.
En estas dos batallas, Stirling y Falkirk, suceden detalles muy importantes relacionados con el feudalismo. En la primera dos campesinos, listos para la batalla, son tomados como un ejemplo, al azar, del pensamiento popular. Uno de ellos dice que los nobles van a conversar para buscar una salida pacífica a la situación. El pueblo depende mucho de sus señores feudales. El mismo Robert The Bruce señala que si no pelean o trabajan para él los debe echar de sus tierras. Por otra parte, Wallace requiere de los nobles. En la Edad Media sólo los mejor colocados socialmente son quienes tienen caballo y pueden conformar la caballería. Lochlan la proporciona. Sin ella Wallace no hubiese coronado la victoria en Stirling y por la misma razón, la caballería de los nobles que lo abandona, no gana en Falkirk.
Quizás el momento que mejor representa la unión de los temas de este trabajo consiste en la persecución de Braveheart al Estado Mayor Inglés en Falkirk, que culmina con el duelo contra Robert The Bruce y al retirarle el casco descubre de quién se trata. Wallace queda desconcertado y herido en el alma. Entiende que cualquier esperanza en los nobles ha sido perdida. The Bruce queda avergonzado rehuyendo la mirada. Él era admirado por Braveheart, porque creía que este noble iba a ser el líder adecuado que guiara a Escocia. The Bruce lo deja huir ayudado por su amigo irlandés. Posteriormente, se le encuentra en la búsqueda de sobrevivientes, en el campo de batalla de Falkirk, con un tremendo shock emocional. Siente como si le hubiera robado a Wallace.
En el último viaje a Edimburgo, Wallace va engañado con que los nobles le darán el apoyo final que le hace falta para la victoria definitiva. Con eso tendría la unión completa de Escocia de cara a afrontar la guerra. La trampa es planeada por el padre de The Bruce. Previamente hubo una negociación: la cabeza de Wallace a cambio de la coronación de Robert The Bruce.
Ya en Londres, capturado y sentenciado a muerte, ante el pedido de la princesa de jurarle lealtad al rey inglés, Wallace responde que sería convertirse en una mentira respecto de todo lo que ha vivido anteriormente. Tanto así que llega al extremo de pensar en no proferir quejas ni dolor porque, de ser así, el rey lo habría vencido. Una impresionante lealtad a sus valores.
Sabemos lo que sigue después. La tortura que llega a límites inhumanos, un grito de desahogo y de afirmación de libertad capaz de despertar al moribundo rey inglés. Por el lado de los escoceses, Robert The Bruce no quería la muerte de Wallace. La observa llorando.
Años después, The Bruce lleva al ejercicio escocés a presentarse ante el ejército inglés con el propósito de rendir homenaje a la corona inglesa. Ya en ese momento es Rey de Escocia. Finalmente se reivindica ante los escoceses. Los antiguos camaradas de Wallace están allí, en Bannockburn, listos para la victoria definitiva.
Wallace se dirige más por el corazón y los sentimientos. Es un guerrero en términos románticos que prefiere dar la vida antes de siquiera negociar o ser siervo de los ingleses. Cree que con voluntad y esfuerzo se puede lograr grandes cosas para su patria; tanto así que los campesinos escoceses pelean más por sus ideales que por la obligación feudal hacía sus señores. Es un nacionalista; quiere unir a Escocia, una tierra sin noción de sí misma, con parte de sus nobles aliados de Inglaterra y clanes que pelean entre sí para prevalecer.
En quienes debemos ver una antítesis a Wallace es en los dos Bruce. El padre de The Bruce actúa con maquiavélicas intrigas políticas. Ve la política y la guerra como una cuestión de juego mental y como si se trataran del ajedrez, en donde se puede sacrificar piezas para ganar con otras. O la fría política, muy lejos de los sentimientos, que enseña a decidir lo más conveniente para mantenerse vivo y vencer. También tiene un plan para Escocia en tanto que es su patria. Quiere una nación pero sabe que es un asunto para manejarse cautelosamente. El objetivo es la coronación de su hijo y, aunque parezca extraño, es éste, al mismo tiempo, su instrumento. El leproso conseguirá su meta utilizando a su hijo y el beneficiario ulterior será éste mismo. Desde su escondite en los altos del castillo de Edimburgo condicionará y moverá hilos y madejas para sus fines.
La jugada política del clan The Bruce consistía en apoyar la rebelión de Wallace desde el norte pero condenarla desde el sur, según palabras del padre de Robert The Bruce. Ganar la confianza del Rey Inglés “sin oponérsele ni apoyarlo”. Si el clan Bruce mantiene tierras bajo su mando es porque nunca opusieron armas contra Inglaterra. Otros de los nobles escoceses sobreviven gracias al mismo método.
Wallace, como dice el padre de Robert The Bruce, es inflexible y hombre de una sólida postura. Por eso genera admiración. En cambio, The Bruce tiene doble cara; una reprimida que se manifiesta en la intimidad (su aprecio por Wallace y el dolor de no ser como él) y otra que es controlada y gobernada por su padre y se somete a lo que éste haga y aconseje. En realidad el futuro rey escocés quisiera tener el espíritu de Wallace y llegar a ser tan honesto consigo mismo sin estar en el lado erróneo. Ese problema lo atormenta.
Pero, cabe la pregunta, ¿William Wallace o Robert The Bruce? ¿Qué es mejor? Vivir o morir. Soportar suplicios en la carne y morir o soportar suplicios en el alma pero vivir. ¿Qué hay para cada uno? Para los héroes como Wallace la gloria sempiterna, la fama popular y la admiración de cualquiera. Para Robert The Bruce, la corona escocesa, ser opacado por el que vivió honestamente consigo mismo, perderse en un libro de historia y, tomando las palabras que le dirige a su padre, quedarse con “tierras, títulos, hombres, poder, nada”.
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