miércoles, 2 de febrero de 2011

El Rey Arturo. Un pequeño análisis

Debido al tiempo transcurrido —desde su estreno hasta hoy— ya debe haber literatura crítica de cine muy desarrollada sobre la película. Entonces, evitando caer en un círculo vicioso, mi pretensión es encontrarle algún punto, visto desde cierto ángulo, que termine por ser original y novedoso. Es por ello que termino haciendo esta suerte de ensayo o apreciación crítica centrada en uno o dos temas. Por otro lado, estudiar la película globalmente seria un proyecto que tomaría años y el formato del blog no permite algo tan extenso.


Un romance para forjar un nuevo pueblo

Muchas veces en el ámbito de la literatura —en ciertas épocas— los creadores literarios, o bien el folklore popular, suelen utilizar una combinación que resulta interesante al momento de definir la identidad de un pueblo. Por lo general tratan de unir, casi siempre en matrimonio, a un par de personajes (hombre y mujer) que representan a dos grupos humanos distintos. El objetivo es que ambos, con su unión, representen el nacimiento de un nuevo pueblo de cara al porvenir.

La película analizada tiene algo de eso, pero no es visible fácilmente. Es interesante el significado del matrimonio entre Artorius (o Arturo) y Guinivere (o Ginebra). El enlace nupcial de ambos implica el aporte, por parte de cada uno de ellos, de elementos para la identidad del nuevo pueblo que va a surgir.

El film se distancia mucho de la idea extendida que se tiene sobre el Rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda. Es más, film está orientado en focalizar los elementos “históricos” que contribuyeron al nacimiento de la leyenda. Se habla de que la trama se sostiene en recientes investigaciones que dan cuenta de un nuevo modo de ver la leyenda artúrica; aunque resulte controvertido si se le compara con aquello conocido en el ámbito literario como Materia de Bretaña o Ciclo Artúrico, en la que figuran muchas novelas de caballería medievales. Por mencionar unos cuantos, vale decir que Merlín, conocido como mago, en la película es un líder picto (una tribu de la actual Escocia) de tendencia rebelde, el Rey Arturo celebra sus concejos en una mesa redonda, muchos de los caballeros, liderados por él, llevan los nombres de los personajes de las romans artúricas. En un aspecto más íntimo, se puede ver a Lancelot y Guinivere (aquellos protagonistas de romances adúlteros) en aguados coqueteos que no trascienden como sí sucedió en la novela El Caballero de la Carreta, escrita por Chretien de Troyes en la Edad Media.

La trama se sitúa históricamente en los finales de la Edad Antigua o, mejor dicho, hacia los finales del Imperio Romano de Occidente. Se cuenta que los caballeros de Arturo provienen de Sarmacia (parte de los territorios de las actuales Ucrania y Polonia). Roma, en su afán expasionista, llegó hasta esos territorios y tras una sangrienta batalla los únicos sobrevivientes fueron los integrantes de la caballería sármata. Los romanos, admirados de su valor y fuerza, decidieron dejarlos con vida pero incorporarlos a su ejército obligándolos a servir durante quince años de sus vidas. De allí salieron Lancelot, Gawain, Bors, y compañía. Su puesto militar era defender las posiciones romanas en Britania. Hasta allí fueron enviados. Concluido el servicio militar, serían hombres libres.

Sin embargo, la situación no es de las mejores. El obispo Germanius llega a Roma para entregar los papeles que a los hombres de Arturo los declara hombres libres; pero también trae la noticia de que Roma empieza a abandonar plazas difíciles de defender. Así, dejaban Britania a la merced de los pictos, un pueblo desplazado; y —no iba a faltar— las migraciones bárbaras. Un ejército de sajones amenaza con conquistar toda Britania para establecerse allí y ya han desembarcado en el norte. El temor que cunde es que los sajones no dejan con vida a sus enemigos vencidos; ellos no quieren el mestizaje con los britanos. A Arturo y sus hombres se les pide una última tarea: ir más lejos del Muro de Adriano, rumbo a una villa situada al norte, para rescatar a una familia romana entre cuyos miembros figura un joven predilecto por el Papa que debe ser llevado a Roma.

Los caballeros de Arturo desean volver a Sarmacia y Arturo a Roma. Sin embargo, aceptan cumplir la misión muy a regañadientes. Una vez en la villa ordenan evacuarla llevando a la familia y los pobladores hasta el Muro de Adriano. Un gran gesto de Arturo ya que el objetivo sólo era la familia romana, no el pueblo. En esa villa es donde rescata a Guinivere de los calabozos.

Una vez rescatada Guinivere, ésta inicia un juego de enamoramiento hablando a Arturo de que si hay algo que le guste de Britania. Le comenta que su padre debió encontrar algo bonito pues se caso con una britana. Para ella, si bien se lo dice a Lancelot, Britania es como su paraíso. En Guinivere se ve el amor al suelo natal; en otras palabras representa a Britania, en tanto patria. Su seducción consiste en hablar elogiando a su tierra y persuadir a Arturo de su valor en tanto hogar para ellos y el pueblo britano.

A lo largo de toda la trama Artorius hace gala de las mejores virtudes que la civilización occidental ha donado al mundo. Sus ideales se basan en la igualdad y tolerancia por el libre albedrío. La mesa redonda representa que ninguno de los que asistan a ella está en condición de superioridad sobre otro; Arturo, además, respeta la religión de sus caballeros, que es una opuesta a la suya, el cristianismo. Todos son iguales; todos tienen derechos en la medida que no represente lesionar los derechos de otros. Por eso tiene rabia cuando un habitante de la villa se haya encadenado y maltratado. Además, enseña a los siervos de Honorius que Alecto, el joven que debe salvar, no es nada especial del Dios cristiano entonces no está por encima de ellos.

Ante la amenaza sajona sobre pictos (habitantes de la Britania no romanizada) y britanos (habitantes de la Britania romanizada) es obvio que hagan fuerza contra un enemigo común. Quien invita a esa unión es Merlín junto a Guinivere. Artorius es hijo de un militar romano con una mujer britana. Es considerado un romano porque nació en territorio romano y picto porque su madre pertenece a ese pueblo. Es por eso que los pictos consideran a Artorius como uno de ellos y lo quieren como líder para que encabece la resistencia contra los sajones.

Artorius es un sujeto de la periferia del Imperio Romano. Ya de joven, y debido a la distancia, idealiza a Roma como una ciudad de progreso y avances importantes para la humanidad donde Pelagio, su mentor en la niñez, predica la igualdad de los hombres y que el hombre es libre de elegir. De esto se concluye que cualquiera puede o no ser cristiano o según su elección. Resulta irónico que un joven, Alecto, sea un poco más realista y durante el viaje hacia el Muro de Adriano le diga a Artorius que la Roma de sus sueños es una ficción; que lo único que encontraría es un imperio decadente, dirigido por la Iglesia Católica, que admite la existencia de seres nacidos para ser esclavos y otros que deben someterlos.

Ahora que Roma no representa más aquello que Artorius siempre creyó, sólo queda Britania, el último reducto de la libertad en la que cree Artorius (porque él está allí y defiende esa tierra) pues es el mundo que su padre y él han forjado. Artorius desconocía que peleaba por una Roma que no existe; cuando en verdad lo hacía por una Britania.

La batalla final es histórica y conocida como la Batalla de Badon Hill, la misma que se salda con la heroica victoria de los britanos. Tal como en la película, los invasores superaban numéricamente a los vencedores. Los últimos caballeros de la Mesa Rendonda ya no luchan por una tierra lejana sino por algo que llevan dentro (como un sentimiento en potencia). Sus acciones —en tanto hombres libres— determinarán el destino (pelear por la tierra que lucharon anteriormente). Si vencen ganarán un hogar, Britania. Lo hacen para cumplir con esa tierra por la que han peleado, derramado su sangre y que Roma abandona a su suerte. Si bien tuvieron deseos de volver a su natal Sarmacia, antes de la batalla renuncian a ello y deciden pelear al lado de Artorius.

Llegada la paz, hay tiempo para el amor ¿Qué representa el matrimonio entre Artorius y Guinivere? Significa que la simiente britana-romana (Artorius) fecunda a una britana-no-romana (Guinivere). Es la unión de un hijo de la Britania romanizada con una hija de la Britania no romanizada; para que, como dice Merlín, ambos pueblos sean uno solo. Artorius aporta el legado de Roma; Guinivere aporta la tierra y el pueblo en los que tendrán cobijo los ideales de Artorius inspirados en lo mejor de la cultura occidental.

Según se desprende de la trama Britania es la tierra donde la libertad y tolerancia se asientan como producto del mencionado matrimonio. A pesar de ello, viendo la derrota del invasor, cualquiera se preguntaría ¿no es la Gran Bretaña un pueblo anglosajón? Pues sí, es cierto. La batalla de Badon Hill retrasa la invasión anglosajona por décadas, pero con el tiempo éstos se imponen sobre los britanos. Para ese momento Britania ya tiene incubado el germen de su identidad, basada en la libertad y tolerancia.

lunes, 31 de enero de 2011

El Rey Arturo. Ficha Técnica

No sé si todos los seguidores de Age of Empires han notado que, en el menú principal, existe la opción para que el fan pueda desarrollar su creatividad. Me refiero al ícono con el nombre de Editor. Éste permite diseñar escenarios y campañas con una larga lista de personajes del Medioevo. Nombres conocidos por más de uno, pero que los creadores del videojuego no creyeron necesario hacerlos parte de un escenario o campaña, sino que más bien, repito una vez más, dejaron a los aficionados la libertad de crear de acuerdo a sus gustos y compartirlos, por ejemplo, entre los miembros de una comunidad de gamers para que pasen más horas de entretenimiento y el juego no termine de agotarse cayendo en lo aburrido por ser limitado.

Estos personajes aludidos también fueron inspiración para crear películas épicas, tanto igual o mejores que aquellas relacionadas con los personajes históricos de las campañas del videojuego tema de este blog. Se puede decir —una vez más— que se pone de manifiesto la relación que vincula películas épicas y videojuegos histórico-épicos.

El personaje de cuyo film nos ocuparemos ahora es el Rey Arturo. Él aparece como uno de los héroes a escoger para incorporarlo a un escenario personalizado creado por los aficionados. En la película que le corresponde, el Rey Arturo es un hombre desde niño vinculado con el Imperio Romano, el cristianismo y con un gran espíritu de libertad y lealtad.


Título Original
King Arthur

Idioma
Inglés y gaélico escocés

Dirección
Antoine Fuqua

Producción
Jerry Bruckheimer Films

Guión
David Franzoni

Protagonistas
Clive Owen (Rey Arturo o Artorius Castus)
Keira Knightley (Ginebra o Guinivere)
Ioan Gruffudd (Lancelot)
Mads Mikkelsen (Tristán)
Ray Stevenson (Dagonet)
Joel Edgerton (Gawain)
Ray Winstone (Bors)
Stephen Dillane (Merlín)
Stellan Skarsgård (Cerdic)
Til Schweiger (Cynric)
Hugh Dancy (Galahad)
Ken Stott (Marius Honorius)

Diseño de vestuario
Penny Rose

Música
Hans Zimmer

Fotografía
Slawomir Idziak

Montaje
Conrad Buff
Jamie Pearson

Studio
World 2000 Entertainment
Green Hills Productions

Distribución
Touchstone Pictures

Duración
126 minutos

viernes, 28 de enero de 2011

Conquistadores. Imágenes para recordar

A continuación se presenta una serie de imágenes, las más representativas de la película analizada. No es exhaustivo, como hago con las partidas que juego, sino más bien he tomado unas cuantas a fin de presentar la película. Ya sea para quienes la conocen, porque la han visto anteriormente; o bien para aquellos que no han tenido la oportunidad de verla, creo que puede resultar un material interesante. Espero que lo disfruten.



miércoles, 26 de enero de 2011

Conquistadores. Un pequeño análisis

Debido al tiempo transcurrido —desde su estreno hasta hoy— ya debe haber literatura crítica de cine muy desarrollada sobre la película. Entonces, evitando caer en un círculo vicioso, mi pretensión es encontrarle algún punto, visto desde cierto ángulo, que termine por ser original y novedoso. Es por ello que termino haciendo esta suerte de ensayo o apreciación crítica centrada en uno o dos temas. Por otro lado, estudiar la película globalmente seria un proyecto que tomaría años y el formato del blog no permite algo tan extenso.


Entre dos mundos y en ninguno

Un hecho que causa mucha controversia es que los vikingos sean los primeros europeos en poner sus pies en el Nuevo Mundo, una hazaña que habrían logrado seiscientos años antes del viaje de Cristóbal Colón y su flota de tres carabelas. Aunque no se ha demostrado con gran certeza, hay argumentos que apoyan la tesis. Por citar uno de ellos vale decir que en aquellos años los vikingos eran los mejores navegantes del mundo, si bien sus expediciones se limitaban a saquear poblaciones, generalmente europeas, y desaparecer con el botín hasta la próxima oportunidad.

Se suele decir que los vikingos establecieron una colonia en El Labrador, la tierra que bautizaron como Vinland o la tierra del vino. Posteriormente la colonia fue abandonada debido a la abrumadora hostilidad de los nativos americanos y los vikingos, que habían llegado con buenas intenciones, nunca más regresaron. Sin embargo, esta película muestra una situación en la que los papeles han sido invertidos.

En  la trama vemos cómo un vikingo quiere dar a su pequeño hijo (cuya edad no se precisa, pero debe ser menor de diez años) una suerte de iniciación en la guerra invitándolo a asesinar a un prisionero indígena. Quizás por una cuestión de buen corazón o temor, aquel niño no desea hacerlo y con ello merece el castigo de su padre a latigazos. Poco tiempo después, una mujer nativa lo rescata de entre las ruinas de un barco drakkar encallado en la costa. Esa mujer se convierte en su madre adoptiva, luego que un consejo tribal determinase que era preferible y más humano conservarlo como un adoptado que abandonarlo a la intemperie en medio de un clima difícil. Hacer lo contrario sería inhumano.

Son difíciles los tiempos que viven los thule (los futuros inuit) o también conocidos como skraelings, como eran llamados por los vikingos en su lengua. Constantemente son acechados por los invasores vikingos quienes desean limpiar —mediante una masacre— toda la costa descubierta para posteriormente establecerse en ella. Los indígenas, por su parte, viven atemorizados sin tener ideas claras de qué hacer; tanto así que quien desbarata los planes vikingos es alguien que pudo haber sido uno más de ellos, pero las circunstancias marcaron su vida de otro modo. Éste consigue la victoria de un modo peculiar: en un enfrentamiento de uno contra varios y lo gana con artimañas y el conocimiento del terreno, pues sabe de la llegada del deshielo que trae la primavera y eso será vital para vencer.

¿Quiénes son estos hombres, los vikingos, que asolan las poblaciones costeras del actual Canadá? Como parte de las migraciones, pueden ser procedentes de Islandia y Groenlandia; antes de alcanzar a establecerse en cualquiera de estas dos islas, vinieron de las actuales Noruega o Suecia, es decir, Escandinavia. Entre sus mitos tenían una historia en la que más allá del mar se ubicaba una tierra tan rica y hermosa como el Edén judeocristiano, con todo aquello que la difícil Escandinavia —tierra de hielo y escasos recursos vitales— no les ofrecía.

Los vikingos son seres de estatura espigada y, más la ayuda de la voluminosa armadura, tiene un aspecto fiero tanto así que no parecen seres humanos sino monstruos sobrenaturales cuando son vistos en las primeras escenas, una apariencia más próxima a los guerreros del videojuego Warcraft. Conocen el acero y el uso el caballo, a los cuales usan con una destreza temible.

Los nativos americanos son su contracara, seres más pacíficos, si bien los vikingos se refieren a ellos como salvajes e incivilizados. No deben sobrepasar el metro y ochenta centímetros, además de tener la figura más delgada. Las únicas armas que manejan con destreza no están a la par de las vikingas: flechas con punta de piedra que no penetrarían una armadura de acero. Consideran a los invasores también como salvajes por su violento proceder. En todo momento el film se encarga de que esta sea la imagen final que debe quedar en la mente del espectador. Los vikingos son capaces de atrocidades y las muertes más crueles. Utilizan sobre indefensos las armas que hubieran usado en un campo de batalla contra un enemigo igualmente armado. Pueden tomarse a la ejecución de un prisionero como una cuestión que les ofrezca diversión haciendo elección del modo cómo éste debe morir.

Se puede avizorar la victoria rápida de un puñado de guerreros sobre pueblos menos desarrollados, sobre hombres cuyas aldeas son pobladas con casas armadas con palos y ramas de árboles y visten pieles o toscas telas y plumas de pavo.

Esta es también la historia de la problemática personal de Sombra. La mayor parte del film se desarrolla en un momento de su etapa juvenil. Antes de salvar a su pueblo, debe superar ciertos traumas personales. Siendo niño presenció la crueldad vikinga que dejó huella en su alma, los recuerdos lo atormentan. De la boca del más anciano de la tribu, aquel a quien todos llaman Rastreador, se escucha la revelación de que Sombra lleva en el corazón un gran deseo de venganza. No puede ser más acertado. El pueblo que está siendo atacado es el pueblo que lo acogió cuando pudo ser abandonado a la muerte. Ve asesinados a muchos con quienes ha crecido y compartió momentos gratos. Sombra ama a ese pueblo. Entonces, ¡cómo no defenderlo!

Sombra maneja la espada de acero que es europea y el arco y la flecha nativa. Con ambas armas defiende a su pueblo. Ya desde esta condición el film va dando la imagen de un ser entre dos mundos. La espada —cuya presencia asombra a los indios— representa su condición vikinga, ya que es lo que conoció antes de ser rescatado; el arco y la flecha, su lado indígena debido a su adopción por los inuit.

Esta condición de estar en dos mundos va más aún allá y se torna más compleja. Hemos dicho que racialmente es un blanco o un vikingo; culturalmente, está más próximo a lo que es un nativo americano, incluso ha adoptado su lengua para el uso cotidiano, su vestimenta y desea participar de sus rituales… pero es rechazado por los indios, que lo estiman, diciéndole que no es su lugar. Por otro lado, los vikingos lo ven como uno más de los nativos y lo desprecian. En el desfiladero, durante esa última batalla, el líder vikingo, al decirle que prefirió a los otros en lugar de los suyos y que no pudo recordar quién era, ya lo está rechazando como integrante de un conjunto de hombres y mujeres conocidos como vikingos y lo está incluyendo como parte de un conjunto de hombres y mujeres llamados inuit.

El problema no acaba en lo anterior. Hacia el final de la película se oye la voz en off de la hija del difunto Rastreador. Al referirse a Sombra lo hace como de un hombre que no era de un pueblo ni del otro. Es cierto que termina siendo un salvador para los nativos; pero el nuevo rastreador —una suerte de líder comunitario— es la hija del anciano muerto. Que sombra no pueda ser el siguiente rastreador es signo de la problemática racial y cultural. Debería ser él y no la hija del rastreador quien ocupe ese lugar. Tal oficio es típico de un hombre, por los rigores que exige, y no de una mujer, cuya labor es hogareña, según lo que sabe de los pueblos nativos. Es más, para designar al nuevo rastreador (porque el anciano ya se sentía agotado para continuar) se iba a celebrar “El Círculo de los Valientes” un ritual para elegir al sucesor, pero no se logra dar. Aquel adminículo, similar a un collar y que cuelga del cuello del rastreador, pasa de las manos de Sombra a la hija del Rastreador. Los nativos que la rodean se postran ante ella… a excepción de Sombra. Éste no es parte de ellos y nadie le recrimina por no hacerlo. No tenía porqué.

A Sombra sólo le queda la autoafirmación que hace ante el líder vikingo: “yo soy quien soy”; algo así como cerrarse sobre sí ante la presencia de los dos bandos y desarrollar su individualidad. Como conclusión: Sombra no es una cosa ni la otra; ni vikingo, ni indio. La imagen en la que él solo mira desde lejos el poblado revela ese aislamiento y la condición de quedarse en el Nuevo Mundo sin pertenecer a una comunidad en la que encuentre a otros como él.

lunes, 24 de enero de 2011

Conquistadores. Ficha Técnica

No nos íbamos a olvidar de los escenarios que, bajo el nombre de “Batallas de los Conquistadores”, aparecen más que nada como un anexo de ocho batallas enmarcadas en el contexto de la Edad Media y que influyeron en su desarrollo. En ellas se destacan nombres importantes que pasaron a la historia.

Lamentablemente, durante mis pesquisas, tan sólo pude encontrar una película que se pudiera vincular con uno de esos escenarios disponibles en la expansión The Conquerors. Me refiero a la conocida como Vindlandsaga, un término que refiere a las aventuras vikingas en el Nuevo Mundo, precisamente en las tierras de El Labrador; y al mismo tiempo es el nombre del escenario a jugarse.

Tan sólo hay un detalle referente al juego y no a la película analizada: no es Erik el Rojo, tal como aparece en el videojuego, sino su hijo, Leif Eriksson, quien lleva a los vikingos islandeses hacia Norteamérica. En este film no aparecen los personajes históricos mencionados. Sin embargo considero que así como metieron en el juego a Erik el Rojo en lugar de Leif Eriksson, falseando la historia; creo que se puede introducir esta película ya que la trama se da en el contexto de la Vindlandsaga.

En el desarrollo de la película los vikingos son seres sanguinarios, dispuestos a aniquilar la población nativa de la América del Norte para así conseguir un espacio en el Nuevo Mundo. Por su parte, la gente nativa, si bien menos  avanzados tecnológicamente, son mostrados como seres más humanos; tanto así que dan cabida al hijo abandonado de uno de los “hombres dragón” (el nombre que dieron a los vikingos invasores) lo incorporan a la vida de la tribu y crece entre ellos.


Título Original
Pathfinder

Idioma
Inglés e islandés

Dirección
Marcus Nispel

Producción
Marcus Nispel
Mike Midevoy
Arnold W. Messer

Guión
Laeta Kalogridis

Protagonistas
Karl Urban (Sombra)
Moon Bloodgood (Fuego de Estrella)
Clancy Brown (Gunnar)
Ralf Möller (Ulfar)
Russell Means (Rastreador)
Nathaniel Arcand (Viento en el Árbol)
Jay Tavare (Ala Negra)
Kevin Loring (Jester)

Diseño de vestuario
Renée April

Música
Jonathan Elias

Fotografía
Daniel C. Pearl

Montaje
Jay Friedkin
Glen Scantlebury

Studio
Phoenix Pictures

Distribución
Twentieth Century Fox

Duración
99 minutos

viernes, 21 de enero de 2011

El Cid. Imágenes para recordar

A continuación se presenta una serie de imágenes, las más representativas de la película analizada. No es exhaustivo, como hago con las partidas que juego, sino más bien he tomado unas cuantas a fin de presentar la película. Ya sea para quienes la conocen, porque la han visto anteriormente; o bien para aquellos que no han tenido la oportunidad de verla, creo que puede resultar un material interesante. Espero que lo disfruten.



miércoles, 19 de enero de 2011

El Cid. Un pequeño análisis

Debido al tiempo transcurrido —desde su estreno hasta hoy— ya debe haber literatura crítica de cine muy desarrollada sobre la película. Entonces, evitando caer en un círculo vicioso, mi pretensión es encontrarle algún punto, visto desde cierto ángulo, que termine por ser original y novedoso. Es por ello que termino haciendo esta suerte de ensayo o apreciación crítica centrada en uno o dos temas. Por otro lado, estudiar la película globalmente seria un proyecto que tomaría años y el formato del blog no permite algo tan extenso.


Los atributos de un gran héroe

De principio a fin la película está orientada a definir a El Cid como un gran héroe, a la altura de un público medieval, y las virtudes que le harían casi perfecto y, al mismo tiempo, también orientado al público de nuestros tiempos. Incluso, en los puntos más bajos, en aquellos que se le puede menospreciar un defecto, asoman virtudes que nos permiten darle una apreciación nueva y más beneficiosa para el personaje. Es por todo lo anterior que hemos decidido hacer un inventario de esas virtudes, al mismo tiempo que éstas suponen un pretexto para un análisis de la película.

El Cid, también conocido como Ruy Díaz de Bivar, se hallaba en camino a sus esponsales cuando desvía sus propósitos para luchar contra unos moros que han asaltado, saqueado, quemado y destruido un pueblo cristiano. A los moros los logra vencer; mas no rescatar al pueblo. Ante las plegarias del párroco de la localidad, pidiéndole a Dios el envío de alguien que salve a España, aparece Mío Cid. Esa imagen en la que carga la imagen de Cristo parece ser simbólica en el sentido de darle un soporte a fe cristiana. Sin embargo, hay que hacer una salvedad: no es el propósito de un hombre que luche una guerra santa contra el Islam para el beneficio cristiano. Definitivamente, no. Es más bien la idea de dar un soporte a los ideales cristianos de amor al prójimo y tolerancia hacia el otro, por más diferente que sea. Es ese momento, no cabe duda, el corazón de un verdadero cristiano antes que la mano de un guerrero.

Nuestro héroe tiene un gran respeto por el derrotado. Entre los primeros vencidos se halla Mutamin, un príncipe moro que promete la paz hacia los cristianos si es puesto en libertad. El Cid le hace jurar de que no vuelva a empuñar la espada contra cristianos; Mutamin, a manera de agradecimiento, le da el apodo con el que pasa a la posteridad: Mío Cid o Gran Señor por su gran voluntad guerrera pero al mismo tiempo por su caballerosidad: aunque este acto le cueste quedar indispuesto ante el alférez real y el Rey Fernando.

Más adelante, cuando el Cid está camino a cumplir su primera misión en el papel de nuevo alférez real de Castilla, le toca sufrir un acto de traición por parte del Conde Ordóñez. La relación con éste personaje dentro de la película es difícil, porque desde antes del matrimonio entre El Cid y Doña Jimena ya suponía un antagonista pues deseaba el amor de ésta, lo cual era más beneficioso pues el Conde Ordóñez era de un rango nobiliario superior al Cid, quien en el film no pasa de ser un caballero.

Un rasgo admirable del Cid es su capacidad de asimilar a los derrotados para incorporarlos a su grupo de amigos o, al menos, en la lista de aquellos que no le van a causar daño o le van a favorecer. Es Mutamin, el moro liberado, quien aparece de la nada con sus jinetes para desbaratar el complot de Ordónez. Una vez vencido el conde, el Cid opta nuevamente por perdonarle la vida. Es cierto que lo hace para que su matrimonio no sea manchado con más sangre; pero veremos que en el futuro termina siendo servicial hacia el Cid cuando rescata de los calabozos a Jimena y sus hijas. Todavía llega más lejos participando del asedio a Valencia y en un viaje de exploración para averiguar las posiciones de Ben Yusuf y que termina muriendo de la manera que ningún fiel cristiano desearía.

Otro que, vencido, va pasar a formar parte de su lista de amigos será el pueblo de Valencia. El Cid, como parte de su destierro y aliado con Mutamin y otros reyes moros, deciden poner cerco a la mencionada ciudad antes que la tome Ben Yusuf y la utilice como una base desde la cual dominar la Península Ibérica. Valencia es sometida a un duro asedio, los habitantes padecen de hambre y enfermedades y, los que pueden, huyen de la ciudad por la noche. Sin embargo es admirable cuando el Cid decide tomar la ciudad. Da un discurso en el que ofrece la paz; una vez acabado éste en vez de atacar con balas de catapulta, lanza panes que caen dentro de la ciudad. Los hambrientos habitantes caen como avalancha sobre los alimentos. Entonces, frente a un hombre que asedia a sus enemigos y en el momento que debe tomar la ciudad a la fuerza ofrece pan para saciar el hambre, al pueblo lo único que le queda es olvidarse de las penurias. La guardia de la ciudad cede. La guardia de Ben Yusuf pretende controlar el desorden social por medio de las armas pero el pueblo termina venciendo al mismo tiempo que deponen a su gobernante moro, quien vivía una vida de lujo mientras su pueblo padecía los estragos del asedio. El Cid se gana los corazones de los moros valencianos.

Valencia será su base para poder enfrentar al fanático musulmán Ben Yusuf. El Cid, en tanto es un hábil guerrero, sabía que era conveniente tomar Valencia y protegerse tras sus murallas. El Rey Alfonso prefiere combatir en Sagrajas (a pedido de Ben Yusuf) lo que supone un error militar que el rey de Castilla lo paga con una fuerte derrota. El Cid decide no presentarse a la batalla, e incluso aconseja al rey no hacerlo. Al final vemos quién obró mejor. El Cid conoce de estrategias militares.

La literaria pero no histórica “Jura de Santa Gadea”, que es una ofensa contra los criterios de la autoridad regia, trae un trasfondo de buena voluntad a pesar que para El Cid resulta contraproducente ya que lo lleva a ser desterrado. Lo que nuestro personaje quiere es que el Rey demuestre no ser estar involucrado en la muerte de su hermano Sancho; ya que con ello se disipan las dudas de la muerte de su hermano. Para ello, el nuevo rey debe juramentar sobre La Biblia. Es cierto que en la Edad Media el rey sólo le rinde cuentas a Dios. Con ese propósito El Cid le obliga a juramentar; pero que un plebeyo obligue a un rey supone una gran insolencia. El Cid tiene un gran sentido de ser cristiano. Ya hemos visto lo que hace con sus enemigos de la Fe; pero también es interesante que someta el destino de un combate y el futuro de un reinado a la voluntad divina.

Cuando se oye de la boca de Muntamid ¡Dios, qué buen vasallo! si tuviese buen señor resulta ser un eco del Poema del Mío Cid. Es muy interesante ver cómo El Cid con un ejército propio —compuesto de seguidores suyos— conquista Valencia. Podría fácilmente coronarse rey de Valencia, ya que tenía todo el derecho y un ejército para defenderlo; sin embargo, toma la corona y nombra a Alfonso como rey de aquella ciudad… a cambio de nada, ni siquiera de reclamar el perdón regio que quedaba pendiente. El Rey Alfonso acude a Valencia cuando el Cid está en sus últimas horas. Quiere pedirle perdón por su proceder pero el Cid le recuerda que es rey y no debe arrodillarse ante nadie. Con todo esto queremos decir que El Cid se comporta siempre como un fiel y leal vasallo.

Otros valores que aparecen en menor medida pero que no dejan de ser importantes son la ternura con la que mira a sus hijas y el cariño por Doña Jimena. Incluso en las horas difíciles de su amor, lo pone a disposición de su futura esposa porque sabe que con la muerte de su futuro suegro no tiene méritos para merecer a la hija. Es cierto que el duelo por el honor de su padre lo lleva a matar al alférez real del rey Fernando; pero también podemos considerar que llega a suplicarle que pida perdón por haber arrojado el guante en la cara de su padre en la corte y que suponía una grave afrenta. Frente a un Cid que busca por las buenas un entendimiento, tenemos a un alférez que se revela soberbio e incapaz de ofrecer disculpas. El Cid es muchas veces más noble que un hombre con título nobiliario.

Es un valiente guerrero. Uno capaz de enfrentar hasta a trece jinetes (aunque con la ayuda del aún infante Alfonso), pero su voluntad por hacerlo ya demuestra que confiaba en la victoria (porque considera que su causa era justa a los ojos de Dios). Luego está su decisión de enfrentar al alférez real de Aragón con lo cual demostraría que no es un traidor, cuando se dudaba de su capacidad para ganar duelos personales.

Finalmente, hay que decir que El Cid es fiel a sus valores. En la trama son sometidos a prueba y en ningún momento muestra titubeos. Nunca falla, no tiene caídas, su figura es monolítica. Un héroe que ronda con la perfección.

lunes, 17 de enero de 2011

El Cid. Ficha Técnica

Para la segunda campaña histórica de Age of Empires II: The Conquerors Expansion, corresponde ocuparse de la figura histórica y literaria del guerrero castellano Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid. Llegó el momento de una de las mayores superproducciones de Hollywood. La magistral película protagonizada por Charlton Heston y Sophia Loren se caracteriza por la fastuosidad de las cortes, imponentes castillos y fortalezas, grandes batallas entre ejércitos de moros y cristianos, el aprovechamiento de ciudades históricas como telón de fondo y también un gran acercamiento a la veracidad histórica y al propio cantar de gesta, que en parte es ficción.

En este film El Cid se muestra en todo momento como un gran guerrero, un caballero leal a su rey y amigo de moros y cristianos. Incluso en las horas más difíciles no deja de ser un héroe y un líder para llevar a los suyos hacia la victoria, como también destaca por su búsqueda de un mundo donde coexistan los pueblos de la España medieval y alejar de su tierra la amenaza de los fanáticos religiosos del norte de África deseosos por conquistar todo lo que los invasores predecesores no pudieron lograr.


Título Original
El Cid

Idioma
Inglés

Dirección
Anthony Mann

Producción
Samuel Bronston

Guión
Fredric M. Frank
Philip Yordan
Ben Barzman

Protagonistas
Charlton Heston (El Cid)
Sophia Loren (Jimena)
Raf Vallone (Conde Ordóñez)
Ralph Truman (Rey Fernando)
Geneviève Page (Princesa Urraca)
John Fraser (Rey Alfonso)
Gary Raymond (Rey Sancho)
Douglas Wilmer (Al-Mutamin)
Herbert Lom (Yusuf)
Massimo Serato (Alvar Fáñez)
Frank Thring (Al Kadir)
Michael Hordern (Don Diego)
Gérard Tichy (Rey Ramírez)

Diseño de vestuario
Veniero Colasanti
John Moore

Música
Miklós Rózsa

Fotografía
Robert Krasker

Montaje
Robert Lawrence

Studio
Samuel Bronston Productions
Dear Film Produzione

Distribución
Allied Artists Pictures

Duración
184 minutos

viernes, 14 de enero de 2011

Atila el huno. Imágenes para recordar

A continuación se presenta una serie de imágenes, las más representativas de la película analizada. No es exhaustivo, como hago con las partidas que juego, sino más bien he tomado unas cuantas a fin de presentar la película. Ya sea para quienes la conocen, porque la han visto anteriormente; o bien para aquellos que no han tenido la oportunidad de verla, creo que puede resultar un material interesante. Espero que lo disfruten.



miércoles, 12 de enero de 2011

Atila el huno. Un pequeño análisis

Debido al tiempo transcurrido —desde su estreno hasta hoy— ya debe haber literatura crítica de cine muy desarrollada sobre la película. Entonces, evitando caer en un círculo vicioso, mi pretensión es encontrarle algún punto, visto desde cierto ángulo, que termine por ser original y novedoso. Es por ello que termino haciendo esta suerte de ensayo o apreciación crítica centrada en uno o dos temas. Por otro lado, estudiar la película globalmente seria un proyecto que tomaría años y el formato del blog no permite algo tan extenso.


Un futuro entre manos bárbaras y romanas

Hay una cuestión curiosa respecto de Atila y su campaña incorporada en The Conquerors Expansion. Sabemos que Age of Empires II se ocupa de graficar civilizaciones y personajes de la Edad Media; entonces, si fuéramos un poco más exigentes con el juego, Atila no debería porqué ocupar un lugar en el juego. La historia de su reinado, su amenaza sobre Roma y posterior muerte ocurrieron hacia el 453; es cierto, pocos años antes de la caída de Roma, acontecida en el 476. Quizás podemos atribuir la consideración de Atila como parte de un juego sobre el Medioevo debido a que Age of Empires I no se ocupa de él; si bien dicho juego cuenta con los romanos como civilización contra la que hubiera podido enfrentarse, pero los hunos no fueron incluidos allí.  Como consecuencia, los hunos enfrentan a los bizantinos, que ocupan el lugar de los romanos en el juego. Cuando Atila acude a Roma, para entrevistarse con el Papa León I, se encuentra con que Roma es una ciudad de arquitectura del Próximo y Medio Oriente. Ésta es más propia para los bizantinos, pero no para representar a los romanos.

En fin, Atila forma parte de las campañas del videojuego y corresponde ocuparse de él y de la película escogida.

La película está orientada a establecer la lucha entre Roma y los hunos. Este enfrentamiento va más allá de ser una simple guerra. Implican el orden mundial de Roma versus el orden mundial que Atila intenta establecer. Cada uno de estos tiene diferencias entre las que se hallan ventajas y desventajas a favor y en contra de Roma o de los hunos.

Cuando Flavio Aecio arenga a sus tropas —antes de la batalla de los Campos Cataláunicos— recordándoles el gran legado de Roma para el mundo occidental está en lo cierto. Por aquel entonces el Imperio Romano era lo más desarrollado que existía sobre occidente. Palacios, carreteras, ciudades amuralladas, acueductos, coliseos, teatros, mercados, arcos de triunfo, vías y calzadas, el senado y el foro —todos estos ejemplos— son señales que hablan de un mundo civilizado.

El caso de los hunos es todo lo opuesto y, por extensión, lo podemos aplicar al resto de pueblos bárbaros. Son nómades que emigran de acuerdo a la estación, no tienen ciudades establecidas y viven en cabañas fácilmente desarmables, su campamento base no tiene pavimento y está protegido por una empalizada, viven de la caza y su gobierno no tiene la institucionalidad que Roma forjó para sí. Por último, a diferencia del emperador romano o Flavio Aecio, que visten sedas o mejores trajes; Atila viste ropas de tela rústica y abrigos de piel de animales cazados y diseñados de modo también muy rústico.

Hay un punto que juega a favor de los hunos: el espíritu de Atila. Desde niño manifiesta un carácter indomable y defensor de su propia autonomía. Es capaz, siendo pequeño, de enfrentar a los asesinos de su padre sin temores propios de otros niños a su edad. Ya de joven pide a Rua, su tío y líder de los hunos previo a Atila, que le permita comandar tropas y conquistar todo lo que pueda hasta llegar a las puertas de Roma. Es ambicioso, pero Rua no lo cree posible; para él, los hunos sólo llegarían a arañar las murallas romanas. También es capaz de desafiar a Flavio Aecio, cuando viene como parte de una embajada a la corte de Rua, y muestra un cuerpo de un huno supuestamente torturado por los godos para así soliviantar los ánimos de Rua y pelear junto a Roma contra Teodorico.

En cambio, Valentiniano III, el emperador romano, es un joven a quien su madre llama inmaduro pero si vemos con cuidado sus actos —a lo largo de la película— en verdad inspira llamarlo idiota. La cabeza del Imperio Romano está dirigida por un tipo incapaz. Son los últimos años de Roma así que la decadencia es palpable. Ya no es la Roma que produce emperadores de la talla de Augusto, Adriano o Constantino. A lo mucho produce un estratega militar y político como Flavio Aecio que recuerda vagamente a Julio César o Escipión el Africano, hombres de los mejores y salidos de momentos críticos pero con mayores virtudes y moral más pulcra, muy diferentes de Aecio que si bien tiene buenas intenciones, es capaz de jugar sucio cuando lo requiere.

Siguiendo con Atila, el propio Aecio lo mira con admiración al extremo de decir que Roma ya no produce hombres de su talla y que con diez como Atila Roma volvería a ser lo que en su mejor momento fue. Aecio lo quiere de su lado como un aliado. De esta manera se evita al peor enemigo y quedarían los godos, que son más manejables, en caso de enfrentarlos. La batalla entre el bando romano-huno versus los godos es muestra del resultado que puede dar la estrategia de Aecio.

Atila es un hombre de buena moral. Aunque su gobierno sea autocrático, es capaz de ser clemente con aquellos que se rinden e impartir justicia de un modo ecuánime entre los reyes que integran su imperio: pide escuchar a ambas partes del conflicto al mismo tiempo para tomar una decisión judicial. Es Aecio quien le hace una interpretación de las causas y consecuencias de la muerte de Rua provocada por Bleda; al mismo tiempo le dicta una estrategia a seguir para coronarse rey. De esa manera tendría un rey amigo y no un potencial enemigo; pero, en un primer momento, Atila no quiere recurrir a esa treta porque la considera sucia; aunque al final terminará entendiendo que la maniobra malvada de Bleda era cierta y si lucha contra su primo es porque lo considera una forma de hacerle justicia a Rua.

Roma era la tirana de su tiempo (su cara mala) y Atila encarna la oposición a esa tiranía. Por ejemplo, los visigodos, pueblo de postura política vacilante, no cree en Roma y cualquier pacto con Aecio es por necesidad. El resto de pueblos que Atila va uniendo a su naciente imperio ven en Atila a un hombre recto que somete e incorpora a los vencidos dándoles mejor trato. Roma en sus conquistas, por lo general, destruía todo y trataba despectivamente al derrotado y conquistado.

Otro aspecto comparativo importante es el que se puede trazar entre los ejércitos romano y huno. Para Atila las legiones romanas son nada más que bonitos uniformes y una bonita marcha sincronizada. Para ese tiempo las legiones habían dejado de ser lo mejor que fueron; hasta a eso alcanza la decadencia romana. Otro factor importante es la disminución de territorio romano que implicó la menor disposición de hombres para incorporarlos al ejército en caso de guerra; aunque los historiadores suelen decir que, en su mejor momento, Roma nunca tuvo el número suficiente de tropas para hacer una buena defensa de todas sus fronteras.

La contraparte de los soldados romanos es diferente. Según se sabe el volumen corporal y la talla de un guerrero bárbaro era superior a la de un soldado romano promedio. Sin embargo, los hunos se lanzaban siempre desordena y enloquecidamente a la batalla; los romanos tienen ciencia militar, el ejército responde con tácticas de combate aprendidas en el entrenamiento. Lo lógico dictaría que sean los romanos los vencedores; es cierto, vencieron en los Campos Cataláunicos pero a la larga todos los pueblos bárbaros de alguna forma, en distintos años, van minando la resistencia de Roma hasta que cede.

Atila y los hunos dan un golpe —mortal pero no definitivo— a Roma. Debilitan al Imperio pero no lo derrotan. Es otro el pueblo bárbaro, los hérulos, el que va tomar la capital imperial y deponer al último emperador, Rómulo Augústulo, en el año 476.

Godos, francos, suevos, alanos, hérulos, vándalos y demás pueblos bárbaros se instalan en los anteriores territorios del Imperio Romano de Occidente. Traen sus costumbres de incivilizados y por eso tratan de aprender lo que de Roma pueden aprender. Con la caída de Roma, los bárbaros dan apertura a la Edad Media, una época histórica con pocos progresos científicos y culturales, caótica y oscurantista. En otras palabras, no se registran grandes progresos en esos mil años. El legado de la cultura grecolatina es retomado en el Renacimiento, época de gran progreso cultural y científico para el beneficio de la humanidad. Flavio Aecio diría, en su última entrevista con Atila, que la civilización es parte del hombre civilizado, y que el hombre bárbaro no la puede obtener fácilmente. Ése fue el precio que pagó Occidente con la caída de Roma.

lunes, 10 de enero de 2011

Atila el huno. Ficha Técnica

Para dar inicio al año corresponde ocuparse de una película que representa al héroe de la primera campaña histórica de Age of Empires II: The Conquerors Expansion. Tal personaje es nada menos que Atila, el hombre que unió a los pueblos ubicados al norte y oriente del Imperio Romano de Occidente y del Imperio Romano de Oriente y los puso en marcha hacia Roma para conquistarla.

En este telefilm (o miniserie de tres capítulos) la imagen que proyecta Atila es la de un gobernante justo pero al mismo tiempo ambicioso, impulsado por el sueño de hacer de los hunos un pueblo que ocupe el puesto que una Roma decadente estaba a punto de perder.


Título Original
Attila

Idioma
Inglés

Dirección
Dick Lowry

Producción
Caldecot Chubb (productor ejecutivo)
Sean Daniel (productor ejecutivo)
James Jacks (productor ejecutivo)
Michael R. Joyce (co-productor ejecutivo)
Paul Lichtman (productor: Europa)
Judith Craig Marlin (productor adjunto)
Robertas Urbonas (productor: Europa)

Guión
Robert Cochran

Protagonistas
Gerard Butler (Atila)
Powers Boothe (Flavio Aecio)
Simmone Jade Mackinnon (N'Kara e Hildegunda)
Reg Rogers (Valentiniano III)
Alice Krige (Placidia)
Pauline (Lynch Galen)
Steven Berkoff (Rua)
Andrew Pleavin (Orestes)
Tommy Flanagan (Bleda)
Kirsty Mitchell (Honoria)
Jonathan Hyde (Flavio Felix)
Tim Curry (Theodosio II)
Janet Henfrey (Pulcheria)
Liam Cunningham (Teodorico I)

Diseño de vestuario
Jane Robinson

Música
Nick Glennie-Smith

Fotografía
Steven Fierberg

Montaje
Tod Feuerman

Studio
Alphaville Films
Attila Productions
Michael R. Joyce Productions
USA Cable Network

Distribución
Universal Studios

Duración
177 minutos
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