miércoles, 9 de marzo de 2011

Tirante el Blanco. Un pequeño análisis

Debido al tiempo transcurrido —desde su estreno hasta hoy— ya debe haber literatura crítica de cine muy desarrollada sobre la película. Entonces, evitando caer en un círculo vicioso, mi pretensión es encontrarle algún punto, visto desde cierto ángulo, que termine por ser original y novedoso. Es por ello que termino haciendo esta suerte de ensayo o apreciación crítica centrada en uno o dos temas. Por otro lado, estudiar la película globalmente seria un proyecto que tomaría años y el formato del blog no permite algo tan extenso.


Un héroe de carne y hueso

Quienquiera que haya leído Tirante el Blanco y también haya visto la película basada en el libro, encontrará muchas diferencias. Sin embargo, la esencia de la obra literaria se ha mantenido en la película: hay más de sentimientos y hechos de la vida cotidiana que relatos de batallas.

Es indudable que Tirante el Blanco (Tirant lo Blanch por su nombre original) es una novela de caballería, pero es la primera en mostrar un héroe, es decir un caballero, de carne y hueso, que parezca un ser humano común y corriente, incluir aspectos irónicos, sentimientos, defectos, el amor sensual y ya no el amor sublimado tal como los libros de caballería ofrecían al público en el tiempo que el libro apareció, cerca del  final del siglo XV.

Tirante el Blanco es un caballero valenciano que es llamado por el emperador de Bizancio para que defienda el imperio contra las arremetidas de los turcos otomanos, quienes llevan conquistadas 9 de 10 partes del imperio, tal como lo dice el Gran Soldán en cierto pasaje de la película. No se precisa que haya pago en metálico, con lo cual llamaríamos a Tirante un mercenario; pero lo que sí podemos precisar es que toma en serio la causa de Bizancio, ya que no desea que los turcos sigan avanzando en dirección a la capital del imperio.

A su llegada a Bizancio (o Constantinopla) a Tirante y sus huestes no se les recibe con gran boato. El príncipe Miguel ha muerto en el campo de batalla y hay luto por ese motivo. De inmediato aparecen las primeras luces acerca de lo que llamaríamos un héroe de carne y hueso. Tirante puede ser un hombre de armas, fiero y vencedor en las lides guerreras; sin embargo, ve a la princesa Carmesina y se enamorada de ella tanto así que se encuentra trastornado, a punto de desfallecer, como si un violento deseo que se apodera de él, hasta que encuentra un lugar donde reposar y allí se desmaya. Según Diafebus, su segundo al mando de las huestes, son “ausencias que sufre” debido a un golpe sufrido en Sicilia. Más adelante Tirante explica que siente dolor por saber que ama pero por no saber si es amado.

Mucho antes que Tirante decida emprender la primera acción militar, más le interesa llevarle un mensaje a su amada. Transcurridos mensajes de ida y vuelta entre ambos enamorados, Tirante emprende su primera acción militar. Hay un predominio de lo pasional y humano sobre las tareas que se debe emprender. Son personajes de carne y hueso: no pueden resistirse a la pasión.

El amor va de ambas partes. Carmesina también está enamorada, queda impactada a la primera vista de Tirante. Su amor trasgrede los límites de la decencia de la época, pero en cosas simples como envíale su cojín cuando Tirante está arrodillado durante toda la misa, o entregarle la túnica que lleva por dentro para que Tirante la vista sobre su armadura a la hora de la batalla. La princesa es una niña que aún juega con muñecas y de amor sabe poco.

En cierta incursión militar, Tirante recibe heridas en el combate y debe reposar. En cambio, en la mayoría de novelas o historias de caballería el caballero puede acabar con cientos de enemigos con un solo mandoble de su espada y sin sufrir heridas. Sin embargo, en caso de sufrirlas, se suelen curar con ungüentos mágicos que los reponen de inmediato.

El título de esta película analizada en la versión para angloparlantes es The Maidens’ Conspiracy. Traducida al español significaría “La conspiración de las sirvientas”. Es muy importante este punto ya que marca toda la historia. En Bizancio, no hay heredero. Los emperadores están muy viejos como para engendrar un nuevo hijo varón. Como hemos apuntado, el príncipe Miguel murió en batalla; así que la única que queda para prolongar la existencia del imperio —a través de la descendencia— es Carmesina; pero ella no puede gobernar aparte de que se requiere de una figura masculina fuerte al mando de Bizancio. Las sirvientas como Placer de mi vida y Estefanía son muy conscientes de esta situación. Ellas ven el amor de Tirante por Carmesina como una posibilidad de solucionar la situación. Con Tirante de emperador, el imperio recobraría fuerza y capacidad de batallar contra los turcos. Carmesina, en un primer momento, objetará que no puede desposarse con Tirante ya que él no pertenece a casa noble.

Tirante no sólo ama sentimentalmente, sino además de modo carnal. Carmesina, la amada, es apenas una niña virgen que pone muchas trabas ya que preferiría un romance más idealizado: con un gran príncipe y el beneplácito de sus padres. Hay una idea que ronda la atmosfera de la película: las bodas sordas. Diafebus y Estefanía tienen relaciones sexuales antes de casarse, con lo cual ésta no llegaría virgen a su matrimonio. Una vez sucedido esto, según lo que se desprende de la película, a esas bodas no asisten los padres de muchacha ni hay banquete; en fin, no hay nada que celebrar ya que el matrimonio resultó de una situación deshonrosa. La princesa busca evitar esa situación. No quiere entregar su virginidad a Tirante porque eso supone que su posterior boda sea una boda sorda.

De todos modos, hay una salida para ello. Las sirvientas, como Placer de mi vida, saben que existe un modo de comprometer a Tirante con Carmesina y obligar a los emperadores a aceptar el noviazgo entre ambos. Lo que deben hacer es que se dé una relación sexual entre Tirante y Carmesina con el consecuente embarazo de esta última. Hay un intento en el que participan Placer de mi vida, Tirante y una Carmesina que se halla entre sueño y vigilia, ya de noche cuando casi todos duermen. La seducción termina con que la princesa grita del susto despertando a todo el mundo. Tirante debe huir por medio de una soga que no llega al suelo. Todos han despertado. Incluso el anciano emperador aparece dispuesto a matar a la rata que “asustó” a su hija cuando en verdad quien asustó a la princesa fue Tirante. Ante la premura, para evitar ser descubierto, Tirante se desprende de la soga, a una gran altura, y se lesiona una de las piernas.

Tirante profiere intensos dolores y quejas. Ante la vigilancia del emperador y el resto de la corte, con los cuales debe mantener cordura, la única solución para dar pretexto a la lesión de su pierna consiste en que salga a cabalgar a ver el campamento de los turcos y caer de la silla de montar. Sólo así se justificaría la lesión. Lamentablemente el remedio resulta siendo peor que el mal. Tras la fingida caída, Tirante se lesiona las dos piernas. Ya tenía una pierna lesionada, ahora son dos y de una peor manera: Tirante tiene rotas las dos piernas y se le recomienda un periodo largo de reposo. El emperador informa que Tirante tiene el fémur salido y los huesos quebrados.

La lesión de Tirante no será impedimento para que las sirvientas sigan conspirando. Tras la toma de la ciudad de San Jorge, por parte de los turcos, estos están interesados en negociar la paz mediante un matrimonio entre Mohamed IV y Carmesina. Prejuicios de religión impiden la realización del enlace. Se trata de un islámico con una cristiana. Es allí donde Carmesina decide seguir el consejo de las sirvientas y entregarse a Tirante. Ella espera por éste desnuda y acompañada de sus damas. A Tirante lo cargan en su camilla y a la hora del acto sexual un caballero debe tomar a Tirante de las piernas e impulsarlo para penetración. Tirante no siente el dolor propio de sus lesiones; lo cual nos dice que para placeres carnales estaba bien dispuesto. Un acto que comúnmente es de dos y en privado termina siendo un acto que cuenta con observadores y ayudantes. Un aspecto irónico muy interesante.

Como hemos señalado al inicio, la película y la novela Tirante el Blanco tienen puntos divergentes; pero a pesar de ello la esencia del personaje, que quiso transmitir Joanot Martorell, el autor, se ha mantenido en la película. Hemos visto un héroe de carne y hueso, capaz de amar pasional y carnalmente; un héroe fuerte pero no inmortal, que puede recibir heridas. También se ha visto un universo donde triunfa lo realista ante lo idealista. Por ejemplo, los sueños que Carmesina termina abandonando para entregarse a Tirante en un amor que no cuenta con la aprobación de los emperadores porque Tirante carece de procedencia nobiliaria. El aspecto irónico también es interesante, Hipólito, que apenas aparece en la película, es quien accede al trono de Bizancio, habiendo sido previamente amante de la emperatriz.

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