miércoles, 3 de agosto de 2011

Caciques Mayas. Balance Final

El mapa, una vez más, tuvo mucha influencia en la manera cómo la partida evolucionó a lo largo que la misma duró. Los caprichos de su diseño llevaron a que unos rivales cayeran primero y otros permanecieran más tiempo en la liza. Yucatán: un territorio surcado por ríos y extensos territorios cubiertos por árboles. Para el caso de mi equipo (integrado con Hocico Torcido) nos correspondió un área extensa, incluyendo el territorio original —la ciudad en sí— como el que se puede considerar de influencia, que comprende lo que está más allá de las murallas.

Una de las ventajas que nos dio el mapa fue que el territorio que separaba las tierras de Hocico Torcido y quien escribe, respecto de Jaguar Escudo II y Nenúfar-jaguar, estaba marcado por la presencia de un río, el cual, prácticamente servía de frontera natural al mismo tiempo que impedía las incursiones de los participantes mencionados. Éstas se desviaban —en un intento por evitar el río— demasiado acabando en otras tierras como por ejemplo en la correspondiente a Dios del Cielo de Piedra.

Para protegerse de los enemigos, el plan más acertado era construir murallas en los puntos neurálgicos. Uno de ellos era el final del río que coincidía con un bosque que separaba los predios de Hocico Torcido y el mío. Sin embargo, la tarea no se acaba allí. En el extremo norte existía un paso, que en un principio descuidé y permitió pequeñas incursiones enemigas que fueron controladas. Luego fue cubierto con murallas para que cualquier otro rival no lo cruzara. Aparte de ese paso cubierto, existía uno más cercano al anterior por cierto. Una pequeña muralla se extendía en dirección norte a sur para frenar los ataques que se podría sufrir; y luego un corto trecho de muralla para prohibir el ingreso del enemigo en nuestras tierras. Recuerdo a guerreros de Rey Cielo Tempestuoso no sabiendo qué hacer. Avanzaban en dirección a la muralla, al lado de sus armas de asedio; pero luego se detenían desconcertados ya que no podían transitar hacia nuestros territorios. En conclusión, si nos hubieran asediado —en nuestra propia ciudad— lo habrían hecho en un reducido espacio frontal guarnecido por dos torres y un castillo.

Como la mejor defensa es un buen ataque y Age of Empires demanda la participación de guerreros, debía haber acción bélica. En los tempranos momentos de la partida vi que todos los rivales acudían a asediar a los mayas amarillos, los dirigidos por Dios del Cielo de Piedra. No sé por qué lo hacían. En un primer momento pensé que el ensañamiento masivo contra él se debía a su posesión de reliquias. Decidí emprender una campaña de conquista de su territorio. Tras recorrer de principio a fin su espacio encontré que él no era el poseedor de las reliquias, sino que éstas se hallaban repartidas entre otros participantes de la contienda. Tres de ellas se hallaban en poder de Hocico Torcido, mi aliado, y una la tenía yo; nuestro equipo sumaba cuatro en total. Recién allí eché un vistazo al monasterio de mi aliado para ver que de reliquias no podíamos preocuparnos. Cuatro de cinco reliquias en nuestro haber era más que holgado.

Sin embargo, la derrota de Dios del Cielo de Piedra trajo desafortunadas y afortunadas consecuencias. Rey Cielo Tempestuoso y Caparazón de Humo le atacaban constantemente. Una vez borrado del mapa el rival que quedaba frente a ambos era Hocico Torcido. Allí cometí un error. Debí defender mejor a mi aliado ¿Cómo? Pues instalando una base en el antiguo territorio de Dios del Cielo de Piedra ya que se hallaba en camino hacia Hocico Torcido al mismo tiempo que servía de tapón para sus incursiones. Cuando cayó el monasterio de mi aliado, y sus reliquias quedaron al aire libre, fui por ellas para librarlas de las manos del enemigo. Este fue lo único beneficioso de mi incursión.

Lamentablemente en esos instantes me hallaba completando la conquista de Jaguar Escudo II, tras dos oleadas de ataques. Era el rival más cercano a mi territorio y era vital ponerlo fuera de combate. Si bien nos separaba un río, consideré adecuado utilizarlo para desembarcos anfibios.

De dos participantes nunca llegué a saber cómo fueron eliminados de la competencia. Uno de ellos, el primero cronológicamente, Ardilla Humeante; el otro, Nenúfar-jaguar. La única respuesta posible consiste en una conjetura: Rey Cielo Tempestuoso y Caparazón de Humo se hallaban en medio de aquéllos. Entonces cada uno de éstos, en su afán por extenderse, terminó sacando de combate a su vecino y rival. Precisamente fueron los que restaban por vencer hacia el final de la partida.

Con Caparazón de Humo (mayas rojos) quise poner en práctica una estrategia que había tenido en mente y encontré la mejor oportunidad para aplicarla. Ésta consistía en atacar los muros de la ciudad y destruirlos, como quien pretende ingresar a través de ellos, pero no ejecutar dicha acción; sino más bien, atraer a los aldeanos hacia los muros con el propósito de que una vez que estén trabajando en la reconstrucción de los muros o en su reparación, se les dispare flechas hostigando su labor al extremo de diezmar la población. Los aldeanos son, al fin y al cabo, el soporte de la economía con la que un participante hace la guerra en Age of Empires y la economía es el soporte del ejército. Sin una cosa no funciona la otra. Así logramos vencerlos.

Rey Cielo Tempestuoso, el último rival, sucumbió por un efecto algo similar pero no provocado por mí. Su pueblo se había dedicado a ser leñadores. Habían logrado deforestar una gran zona cercana a los predios de Ardilla Humeante (ya eliminado) pero quedaba en pie una torre que dispara flechas a todo aldeano que se atreviera a obtener madera y, así, se mermaba su capacidad de producción puesto que los eliminaba. Es por eso que Rey Cielo Tempestuoso no opuso mucha resistencia con soldados cuando lo atacamos; su única forma de resistir fue tratar de repelernos con edificios defensivos, es decir con castillos y torres, pero no lograron su cometido.

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