Muchas veces en Age of Empires II los aficionados se
encuentran con nombres de los líderes bajo cuyo nombre la civilización —aliada
o enemiga— aparece en el juego. Más allá de parecer ficción, casi todos los
nombres pertenecen a personajes históricos. Con ello el juego se prestigia aún más
pues significa el empleo de investigación para su desarrollo.
Aquí, en un breve
espacio, se hace un esfuerzo por dar a conocer quiénes fueron ellos y qué
hicieron para ganarse un lugar en los libros de historia. Es el turno de Saladino
(sarracenos), uno de los participantes de Bizancio, la quinta partida
que se relató en Planeta Age.
Saladino (según Age of
Empires) o Salah ad-Din Yusuf ibn Ayyub (de acuerdo con la historia), y
conocido en el mundo occidental como Saladín, nació en Tikrik (Iraq) en 1138.
Su familia era de origen kurdo. Un año después de haber nacido, su padre y su tío
se vieron forzados al exilio y entraron en servicio de Zengi, gobernador de
Alepo y Mosul. Asesinado éste en 1146, estallaría la guerra civil en Siria. La
familia de Saladino se alineó a Nur al-Din, el heredero designado. Finalizadas las
luchas Ayyub, el padre de Saladino, recibió el gobierno de Damasco; Shirkuh, su
tío, recibió el mando del ejército.
Egipto atravesaba una
gran inestabilidad política. En 1163 Shawar fue expulsado de Egipto por su
rival, Dirgham. Entonces, aquél solicitó ayuda a Nur al-Din, quien envió a
Shirkuh acompañado de Saladino, un joven cerca de los treinta años. Cuando
Shawar solicitó la retirada del ejército de Shirkuh, recibió una negativa. Nur
al-Din deseaba que sus tropas permanecieran en Egipto. Como represalia Shawar buscó
la ayuda de Amalarico I, Rey de Jerusalén.
Una fuerza militar combinada
de egipcios y cruzados enfrentó en campo abierto a Shirkuh en una batalla cerca
al río Nilo y al este de Guiza. El éxito inicial de los cruzados quedó anulado
por el difícil terreno que dificultó las maniobras de la caballería. No fue una
clara victoria: las tropas de Saladino habían sufrido grandes bajas. Luego Nur
al-Din atacó a los cruzados desde Siria y forzó una paz a cambio de que Shirkuh
y Saladino retornaran ilesos.
Entre 1166 y 1167
Shirkuh, acompañado de Saladino, volvió a invadir Egipto a pesar de la
oposición de Shawar y Amalarico I. En marzo de 1167 los egipcios y cruzados forzaron
una batalla que Shirkuh ganó aunque a un coste alto. Después marchó hacia
Alejandría, donde gozaba de partidarios. Allí quedó destacado Saladino y pronto
se vio envuelto en un terrible asedio. Al final se negoció una salida pacífica:
Saladino y Shirkuh abandonarían Egipto sin ser atacados y la población que los
apoyó no sufriría represalias.
Posteriormente
Shawar, acosado por la impopularidad debido a su alianza con los cristianos,
empezó a negociar con Nur al-Din para evitar que Shirkuh atacara Egipto. Sin
embargo, se vio traicionado cuando Amalarico I atacó Egipto en 1168. Shawar no
tuvo tiempo de organizar su ejército y tuvo que destruir la ciudad de Fustat
para que no sea usada como base militar contra él. El califa Al-Adid solicitó
la intervención de Nur al-Din, quien envió a Shirkuh y un poco más tarde a
Saladino. Los egipcios forzaron una tregua con Amalarico I en enero de 1169 y
debieron pagar por la retirada a Jerusalén. Con el apoyo de Al-Adid, Shirkuh y
Saladino entraron en El Cairo sin oposición. El propio Saladino se encargó de
arrestar a Shawar, quien fue condenado a muerte por el califa. Shirkuh fue
nombrado visir y Saladino recibió un cargo en el gobierno.
Shirkuh murió en
marzo de 1169 y Saladino es elegido como su sucesor. Esta designación está
llena de controversia ya que no queda claro por qué un chiita como Al-Adid apoyaría
a un sunita como Saladino. Se recoge la versión de que no existía alguien más
débil o más joven entre los candidatos. Otros dicen que Saladino fue elegido
por el prestigio de su familia; o bien debido a que su historial militar le
daba un soporte significativo.
Saladino fue
investido como visir el 26 de marzo de 1169. Dejó de beber alcohol que, si bien
era prohibido por el islam, era habitual en la milicia y, también, se volvió
más religioso. Las élites fatimitas se enfrentaron a él. Éstas planearon una
conjura que fue descubierta a tiempo. Saladino hizo ejecutar al eunuco
encargado de asesinarlo. Al día siguiente se desencadenó una rebelión de parte
de las unidades militares de raza negra. Saladino sofocó la revuelta y
reorganizó los ejércitos de Egipto en base a tropas sirias, kurdas y turcas más
leales y mejor entrenadas. Ese mismo año tuvo que hacer frente a Amalarico I,
quien retomaba su ambición de conquistar Egipto esta vez apoyado por la flota
bizantina. Sin embargo, las diferencias entre los invasores fueron mayores que
sus afanes por conquistar Egipto y Saladino superó la situación.
Hacia 1170 Saladino
tenía una posición segura en Egipto. Ese mismo año realizó un ataque al Reino
de Jerusalén, destruyendo Gaza y tomando la ciudad de Eilat, en el Mar Rojo,
que permitía a los cruzados hostigar la navegación cercana al Sinaí. Un año más
tarde debía unirse a Nur al-Din para asaltar el Krak de los Caballeros pero no
lo hizo. Saladino, reconocía la autoridad del Sultán de Siria, pero podía
gobernar libremente, debido a la lejanía de Damasco y por la presencia de
estados cruzados como colchón. El Sultán de Siria, enfadado, le ordenó que
disolviera el califato fatimita. Apelando a su sentido práctico, Saladino
esperó que Al-Adid muriese, cosa que sucedió rápidamente. Así, Egipto se
reintegraba a la corriente sunita del islamismo.
Entre otros asuntos
de importancia cabe destacar a Saladino enviando a su sobrino Al-Muzaffar a
ocupar Cirenaica al mando de 500 jinetes. Como resultado de esta acción, exigió
a los bereberes el pago de un tributo y la devolución de los bienes robados a
viajeros de la zona. En 1172 un ejército nubio preparaba un asedio contra
Asuan. Kanz al-Dawla, emir de la zona, pidió refuerzos a Saladino, quien envió
a su hermano, Turan-shah, lográndose imponer; pero los nubios volvieron a atacar
en 1173. El contraataque egipcio consiguió la conquista de Ibrim y del norte de
Nubia.
En 1174 se concretó
la toma de Trípoli, plaza que había sido dominada por los normandos. Ese mismo
año Turan-shah conquistó Yemén y las zonas cercanas al Mar Rojo. El pretexto
fue que dichas poblaciones desconocían la autoridad del califa de Bagdad;
aunque se cree que Saladino preparaba un lugar adónde huir con su familia en
caso de que Nur al-Din lo atacase.
Tras la muerte de Nur
al-Din, las circunstancias habían cambiado para Saladino ya que podía atacar
por su propia cuenta a los cruzados, haciéndolo desde Egipto; o bien esperar el
llamado de As-Salih, el heredero, para atacar desde Siria. Otra opción era
atacar Siria y reclamarla para sí, pues creía que Siria estaba en peligro de
caer en manos cruzadas o de otro rival musulmán. Sin embargo, eso lo colocaba
en una posición moralmente inadecuada para liderar una guerra contra los
cruzados.
Gumushtigin,
emir de la ciudad de Alepo, asumió la regencia y empezó a anular a los rivales
políticos en Damasco. Luego el emir de esta ciudad acudió a Saif al-Din (primo
de Gumushtigin) buscando apoyo y al no encontrarlo solo le quedó recurrir a
Saladino. Éste cruzó el desierto siendo seguido por emires y soldados. El 23 de
noviembre llegó a Damasco —siendo vitoreado— y descansó en la antigua casa de
su padre.
Dejando
a su hermano, Tughtigin, gobernando Damasco, Saladino se empeñó en recuperar
las ciudades que anteriormente estuvieron bajo el poder de Nur al-Din y que
gozaban de independencia. El pequeño As-Salih temía a Saladino y dejó el trono
no sin antes arengar a su pueblo para que no renuncie a luchar.
El
éxito de Saladino despertó la envidia de los zénguidas, quienes veían amenazado
su poder ante la ascensión de un nuevo líder. Saif al-Din marchó hacia Alepo
liderando un ejército donde se reunieron con otras tropas y enrumbaron hacia
Hama para enfrentar a Saladino. Éste, viéndose sobrepasado en número, negoció
abandonar las tierras al norte de Damasco sin éxito. Entonces, Saladino tomó
posiciones en las colinas próximas al río Orontes. Los zénguidas se lanzaron al
ataque confiando en su superioridad numérica. Sin embargo, las tropas de
Saladino, más experimentadas aunque menores en cifra, consiguieron una
importante victoria poniendo en fuga al ejército zénguida y los consejeros de
As-Salih aceptaron el dominio de Saladino sobre Damasco, Homs, Hama y Maarat an-Numan
y Baalbeck. El califato abasí le proclamó Sultán de Egipto y Siria.
Las
disputas con los zénguidas no estaban acabadas. Saladino cruzó el río Orontes y
a veinticuatro kilómetros de Alepo sus fuerzas se encontraron con las de Saif
al-Din. Si bien los zénguidas, en esta batalla, lograron superar el ala
izquierda del ejército de Saladino, éste decidió cargar frontalmente contra la
guardia zénguida y causó la muerte de un buen número de oficiales, Saif al-Din
apenas pudo escapar. El campamento enemigo quedó a disposición de Saladino y
todo lo que encontró en él lo repartió entre sus guerreros.
Luego
intentó entrar en Alepo siendo rechazado. Ya había capturado las localidades de
Buza’a y Manjib y sometió a asedio la fortaleza de A’zaz (mediados de mayo de
1175). Allí sufrió un fallido intento de asesinato por parte de un nizarí. Tras
la ejecución del asesino, se acusó a Gumushtigin y los nizaríes de estar tras
el fallido atentado.
El
21 de junio de 1176 A’zaz se rindió. Saladino se apresuró rumbo a Alepo para
castigar Gumushtigin. Su intento por tomar la ciudad fracasó repetidamente. A
pesar de ello, consiguió llegar a una alianza con aquél y As-Salih que le
reconocía todo lo conquistado. Los emires de Mardin y Keyfa, aliados de Alepo,
también le reconocieron como señor de Siria.
Obtenida
la tregua con los zénguidas y una relativa paz con los cruzados, Saladino
enfocó sus esfuerzos en combatir a la secta nizarí en el verano de 1175. Se
cuenta que los asesinos asustaron a Saladino, ingresando a su tienda por la
noche, dejando marcas propias de sus armas y una nota que le exigía que
levantara el sitio a cambio de conservar su vida. Entendiendo que no podría
conquistar unas fortalezas excavadas en las montañas, prefirió llegar a un
acuerdo con Rashid ad-Din Sinan, líder de los asesinos. Se cree que Saladino no
quería que los cruzados aprovecharan a los asesinos.
Tras
un par de años en paz, en noviembre de 1177, los cruzados penetraron en el territorio
de Damasco. Saladino consideró rota la tregua y organizó una razzia en
Palestina. Los cruzados destinaron buena parte de su ejército a sitiar Harin,
al norte de Alepo, descuidando la frontera sur. Saladino marchó contra Ascalón
y sus tropas asolaron la campiña, luego saqueó Ramla y Lod hasta alcanzar las
cercanías de Jerusalén. Permitió a Balduino entrar en Ascalón junto a los
caballeros templarios de Gaza. No los emboscó, pues tenía temor de que aquéllos
eran más experimentados que los suyos.
El 25 de noviembre de 1777 Saladino fue sorprendido y atacado en inferioridad
numérica en Tell Jezer (cerca de Ramala). El Sultán intentó formar a sus
hombres para la batalla pero los cruzados consiguieron sacar ventaja e incluso
aniquilaron a su guardia personal. Con las pocas tropas que le quedaron, y a
lomo de camello, emprendió camino a Egipto. Este hecho de armas es conocido por
las crónicas cristianas como la Batalla de Montgisard.
En
el verano de 1179 los cruzados construían un puesto avanzado en la ruta a
Damasco y fortificaban el vado del río Jordán, punto clave para el acceso a la
llanura de Banias, compartida entre cristianos y musulmanes. Saladino ofreció a
Balduino, Rey de Jerusalén, 100.000 piezas de oro para que abandone el proyecto
pero fue rechazado. Los cruzados, en una nueva batalla contra los musulmanes,
cometieron el error de perder la formación y lo que parecía ser (inicialmente)
una victoria se convirtió en una derrota más. Este hecho queda registrado como
la Batalla del Vado de Jacob. El 30 de agosto de 1179 las fuerzas de Saladino
tomaron la fortaleza.
El
Sultán encomendó el gobierno de Siria a Farrukh-Shah y retornó a Egipto. Pretendía
pasar el Ramadán en allí y luego hacer el peregrinaje a La Meca. No se sabe el porqué
de su cambió de decisión y permaneció en Egipto. Enfrentó en esos años a los
beduinos, acusados de apoyar a los cruzados cristianos.
En
mayo de 1182, Saladino marchó con su ejército de Egipto hacia Siria. Cruzó el
desierto de la península de Sinaí y el golfo de Aqaba. Saqueó la campiña de
Montreal y las fuerzas de Balduino solo atinaron a observar. Una vez en Damasco
fue informado de que Farrukh-shah atacó ciertas localidades de Galilea y tomó
una fortaleza. En julio del mismo año, Saladino le ordenó atacar Kawkab al-Hawa
y libró la Batalla del Castillo de Belvoir. Luego, en agosto del mismo año,
Saladino lanzó un ataque marítimo y terrestre sobre Beirut.
Kukbary,
gobernador de Harrán, invitó a Saladino a ocupar la región de Yazira (norte de
Mesopotamia). Al aceptar eso rompía con la tregua establecida con los zénguidas
en 1182. En la ribera del río Bira se le unieron Kukbary y Nur al-Din. Las fuerzas
combinadas tomaron Edesa, Saruj y Raqqa. Ésta última era una importante
localidad ya que era la encrucijada de unos caminos y defendida por Qutb al-Din
Inal, quien se rindió a cambio de conservar sus propiedades. Saladino se ganó
el favor del pueblo eliminando algunos impuestos y dando amnistía a ciertos
habitantes. Desde Raqqa empezó a conquistar Al-Fudain, Al Husain, Maksim,
Durain, Araban y Khabur, Karkesiya y Nusaybin, muchas de ellas le declararon su
fidelidad.
En
1182, Reinaldo de Chatillon saqueaba las costas del Mar Rojo. Planeaba atacar
Medina y llevarse el cuerpo del profeta Mahoma y, así, obligar a los musulmanes
a peregrinar a tierras bajo control cruzado para cobrarles fuertes tributos. La
flota egipcia destruyó a su oponente y los capturados fueron ejecutados en
diversas ciudades musulmanas.
Saladino
deseaba conquistar Mosul pero se enfrentaba ante la dificultad de justificar la
conquista de dicha ciudad. Los zénguidas de la ciudad apelaron a An-Nasir, un
califa abbasí de Bagdad que les era favorable; éste, a su vez, envió como
mediador al Sheikh al-Shuyukh. Saladino llegó a la ciudad en noviembre de 1182
y puso sitio. Izz al-Din veía los términos de Saladino muy desproporcionados.
El califa intervino tras un punto muerto provocado por las escaramuzas.
Saladino pudo retirarse sin sufrir daños en su reputación. Se propuso atacar
Sinjar, defendida por Sharaf al-Din. La ciudad cayó en quince días. Las fuerzas
ayyubíes ocasionaron grandes desmanes saqueando la ciudad. Saladino apenas pudo
proteger al gobernador y sus oficiales enviándolos a Mosul. Luego de esto
esperó a los ejércitos de Alepo, Mardín y Armenia en Harrán (febrero de 1183)
pero solicitaron la paz de Saladino antes de encontrarse con él en el campo de
batalla.
Izz
al-Din preparó una ofensiva. A inicios de abril, sin esperar más refuerzos,
Saladino y Taqi al-Din marcharon contra sus enemigos. Hacia finales de abril, y
tras tres días de intensa lucha, los ayyubís capturaron Amid. Saladino entregó
la ciudad a Nur al-Din Muhammad con buenas provisiones; a cambio éste manifestó
su lealtad. Con la caída de Amid, Il-Ghazi de Mardin se pasó al bando de
Saladino, debilitando a Izz al-Din.
El
hermano de Saladino, Taj al-Mulk Buri, fue enviado a tomar Tell Khalid, ubicada
cerca de Alepo. La ciudad se rindió sin mediar un asedio. Tras esto, las
fuerzas ayyubíes se dirigieron a la ciudadela de Alepo. Zangi no ofreció una
gran resistencia y negoció una salida pacífica. Con ésta, Zangi volvía a Sinjar
en calidad de vasallo y gobernador de Saladino. A mediados de junio de 1183,
Alepo ya era parte del dominio ayyubí. Con el control de esta ciudad, Saladino
podía amenazar la costa cruzada fácilmente.
Posteriormente,
Saladino puso los ojos en Harim, ciudad fortificada cercana al Principado de
Antioquía, bajo mando de un mameluco. Le ofrecieron Bosra y propiedades en
Damasco pero no aceptó. Taqi al-Din le arrestó acusándolo de pretender entregar
la ciudad a Bohemundo III de Antioquía. Cuando Harim se rindió, Saladino
procedió de inmediato a preparar las defensas de la ciudad pero terminó por
concertar un canje de prisioneros con los cruzados.
En
1183, a finales de setiembre, Saladino marchó hacia Baisan, pero la ciudad
estaba vacía y procedió a quemarla. Luego se desplazó hacia el oeste donde
interceptó grupos de cruzados —procedentes de Kerak y Shaubak— de los cuales
tomó prisioneros. La fuerza principal de los cruzados, comandada por Guido de
Lusignan, se desplazaba de Séforis hacia Afula. Saladino ordenó a 500
escaramuzadores para que hostiguen la marcha y se dirigió hacia Ain Jalut.
Cuando los cruzados avanzaron, Saladino se retiró de la plaza. Hubieron algunas
incursiones musulmanas en Zir’in, Forbelet y Monte Tabor. Los cristianos
decidieron no enfrentar al cuerpo principal del ejército musulmán; Saladino se
retiró ya que empezaban a escasear las provisiones.
Reinaldo
de Chatillon seguía acosando las caravanas que transitaban la ruta Siria-Egipto
de paso que amenazaba con asediar La Meca. Saladino sitiaría la fortaleza de
Kerak, bastión de Reinaldo en Transjordania.
Tras
el fracaso del sitio de Kerak, Saladino se fijó —una vez más— en Mosul. Masud
se había aliado con el gobernante persa de Azerbaiyán y atacaron a Saladino a
través de los Montes Zagros. En marzo de 1186, Saladino enfermó y no le quedó
otra salida que un tratado de paz con Mosul en el cual reconocía la autonomía
de aquéllos a cambio de que se reconozcan sus conquistas y un apoyo mutuo
contra los cruzados.
En
1186, Reinaldo de Chatillon atacó una gran caravana musulmana en la que se
decía que viajaba la hermana de Saladino, cosa que no se pudo confirmar. Guido
de Lusignan realizó levas en todo el reino. Saladino marchó por tierras de
Raimundo III de Trípoli sin que éste se le opusiera. El enfrentamiento se dio
en 1187, en el lugar que se conoce como los Cuernos de Hattin. En esta batalla
la caballería ligera y arqueros musulmanes hicieron fracasar a los cruzados en
su intento por alcanzar el Lago Tiberíades con lo cual se vieron obligados a acampar
en la llanura de Maskana. Saladino encontró un ejército exhausto y sediento.
Casi la totalidad del ejército cruzado fue destrozado y tomó como prisioneros a
los más importantes líderes políticos y militares; además de capturar la Vera
Cruz, la reliquia más preciada de los cruzados. En ese contexto Saladino
ofreció una copa de nieve al rey de Jerusalén, su prisionero, que luego pasa a
manos de Reinaldo de Chatillon. Saladino, enfurecido, no quiso darle
hospitalidad a un acérrimo enemigo del Islam y lo ejecutó con sus propias
manos. Luego justificó su proceder diciendo que Reinaldo de Chatillon era un
hombre que había sobrepasado todos los límites posibles.
Tras
Hattin, Saladino encontró muy fácil ocupar el norte de Jerusalén: Galilea y
Samaria cayeron debido a la ausencia de tropas y líderes; del mismo modo que
Trípoli. Posteriormente, Saladino marchó hacia el mar reduciendo Acre y luego
Arsuf. Nazaret, Séforis, Cesarea y Haifa fueron pan comido. Con la llegada de
la flota de Egipto, la flota cruzada fue eliminada. Saladino se dirigió hacia
el mar y tomó ciudades costeras: Sidón, Beirut, Biblos, Torón y las tierras
fronterizas entre el Condado de Trípoli y el Reino de Jerusalén. Solo Tiro
resistió ya que era fácil defenderla; Saladino dejó asediándola. Ascalón fue el
nuevo objetivo, vital para la defensa de Egipto. Saladino negoció la liberación
de Gerard de Ridefort a cambio de unas fortalezas templarias. Guido de Lusignan
fue canjeado por Ascalón. Posteriormente esta ciudad se negó a rendirse pero
pronto fue conquistada al igual que Ramla e Ibelín.
Durante
el asedio de Jerusalén ningún cristiano quiso ceder la ciudad; Saladino,
entonces, decidió tomarla por la fuerza. En octubre de 1187, Balián de Ibelin
quiso negociar con Saladino la rendición, pero éste no aceptó ya que habían
rechazado su oferta inicial. Balián de Ibelin amenazó con destruir la ciudad
antes que entregarla. Saladino conversó con sus emires y luego aceptó la
rendición y prometió respetar la vida de todos sus habitantes.
Aún
quedaban pendientes ciertas plazas que se resistían como Tiro, que ahora
contaba con el apoyo de una flota italiana. Mejor suerte tuvo con la captura de
Tartus, Giblé y Lattaquieh. También tomó Sahyoun, fortaleza hospitalaria, y
avanzó Sarminiyah alcanzando así las fronteras del Principado de Antioquía
capturando Barzouyeh y asediando la capital. Kerak, Safed, Belvoir, Kabouab y
Chaubac, situadas en Transjordania, cayeron tras una enconada resistencia de
las órdenes militares que las defendían hacia 1189 igual que Beaufort.
Con la caída de
Jerusalén se organizó la Tercera Cruzada, la cual pudo recuperar San Juan de
Acre, plaza que Saladino intentó socorrer sin éxito. Sin embargo, pronto la
suerte estuvo de su lado: los líderes cristianos tuvieron diferencias a la hora
de repartirse el botín. Saladino intentó, infructuosamente, rescatar a los
prisioneros musulmanes que fueron ejecutados por orden de Ricardo Corazón de
León, el monarca inglés, cansado de esperar el rescate.
Ricardo
Corazón de León consiguió más victorias en Tierra Santa. Pretendió casar a su
hermana con el hermano de Saladino. Ellos, como dote, recibirían Jerusalén y la
misión de proteger a los peregrinos, pero el plan se vio truncado cuando la
princesa inglesa rechazó casarse con un musulmán. El monarca inglés pactó tres
años de tregua con Saladino antes de retirarse. Una franja costera entre Tiro y
Jaffa quedaba en manos cristianas, pero no Jerusalén.
Saladino murió en
1193. Su cuerpo fue enterrado en el exterior de la mezquita omeya de Damasco. A
Saladino le sucedió su hijo, Al-Afdal, en el trono de Siria. Fue el inicio de
la dinastía ayyubí. En Europa los cruzados que retornaron a casa trajeron
numerosas leyendas y anécdotas en la que Saladino figura como un sujeto
emblemático en cuanto a cortesía, sabiduría y caballerosidad.
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