domingo, 13 de enero de 2013

Saladino


Muchas veces en Age of Empires II los aficionados se encuentran con nombres de los líderes bajo cuyo nombre la civilización —aliada o enemiga— aparece en el juego. Más allá de parecer ficción, casi todos los nombres pertenecen a personajes históricos. Con ello el juego se prestigia aún más pues significa el empleo de investigación para su desarrollo.

Aquí, en un breve espacio, se hace un esfuerzo por dar a conocer quiénes fueron ellos y qué hicieron para ganarse un lugar en los libros de historia. Es el turno de Saladino (sarracenos), uno de los participantes de Bizancio, la quinta partida que se relató en Planeta Age.


Saladino (según Age of Empires) o Salah ad-Din Yusuf ibn Ayyub (de acuerdo con la historia), y conocido en el mundo occidental como Saladín, nació en Tikrik (Iraq) en 1138. Su familia era de origen kurdo. Un año después de haber nacido, su padre y su tío se vieron forzados al exilio y entraron en servicio de Zengi, gobernador de Alepo y Mosul. Asesinado éste en 1146, estallaría la guerra civil en Siria. La familia de Saladino se alineó a Nur al-Din, el heredero designado. Finalizadas las luchas Ayyub, el padre de Saladino, recibió el gobierno de Damasco; Shirkuh, su tío, recibió el mando del ejército.

Egipto atravesaba una gran inestabilidad política. En 1163 Shawar fue expulsado de Egipto por su rival, Dirgham. Entonces, aquél solicitó ayuda a Nur al-Din, quien envió a Shirkuh acompañado de Saladino, un joven cerca de los treinta años. Cuando Shawar solicitó la retirada del ejército de Shirkuh, recibió una negativa. Nur al-Din deseaba que sus tropas permanecieran en Egipto. Como represalia Shawar buscó la ayuda de Amalarico I, Rey de Jerusalén.

Una fuerza militar combinada de egipcios y cruzados enfrentó en campo abierto a Shirkuh en una batalla cerca al río Nilo y al este de Guiza. El éxito inicial de los cruzados quedó anulado por el difícil terreno que dificultó las maniobras de la caballería. No fue una clara victoria: las tropas de Saladino habían sufrido grandes bajas. Luego Nur al-Din atacó a los cruzados desde Siria y forzó una paz a cambio de que Shirkuh y Saladino retornaran ilesos.

Entre 1166 y 1167 Shirkuh, acompañado de Saladino, volvió a invadir Egipto a pesar de la oposición de Shawar y Amalarico I. En marzo de 1167 los egipcios y cruzados forzaron una batalla que Shirkuh ganó aunque a un coste alto. Después marchó hacia Alejandría, donde gozaba de partidarios. Allí quedó destacado Saladino y pronto se vio envuelto en un terrible asedio. Al final se negoció una salida pacífica: Saladino y Shirkuh abandonarían Egipto sin ser atacados y la población que los apoyó no sufriría represalias.

Posteriormente Shawar, acosado por la impopularidad debido a su alianza con los cristianos, empezó a negociar con Nur al-Din para evitar que Shirkuh atacara Egipto. Sin embargo, se vio traicionado cuando Amalarico I atacó Egipto en 1168. Shawar no tuvo tiempo de organizar su ejército y tuvo que destruir la ciudad de Fustat para que no sea usada como base militar contra él. El califa Al-Adid solicitó la intervención de Nur al-Din, quien envió a Shirkuh y un poco más tarde a Saladino. Los egipcios forzaron una tregua con Amalarico I en enero de 1169 y debieron pagar por la retirada a Jerusalén. Con el apoyo de Al-Adid, Shirkuh y Saladino entraron en El Cairo sin oposición. El propio Saladino se encargó de arrestar a Shawar, quien fue condenado a muerte por el califa. Shirkuh fue nombrado visir y Saladino recibió un cargo en el gobierno.

Shirkuh murió en marzo de 1169 y Saladino es elegido como su sucesor. Esta designación está llena de controversia ya que no queda claro por qué un chiita como Al-Adid apoyaría a un sunita como Saladino. Se recoge la versión de que no existía alguien más débil o más joven entre los candidatos. Otros dicen que Saladino fue elegido por el prestigio de su familia; o bien debido a que su historial militar le daba un soporte significativo.

Saladino fue investido como visir el 26 de marzo de 1169. Dejó de beber alcohol que, si bien era prohibido por el islam, era habitual en la milicia y, también, se volvió más religioso. Las élites fatimitas se enfrentaron a él. Éstas planearon una conjura que fue descubierta a tiempo. Saladino hizo ejecutar al eunuco encargado de asesinarlo. Al día siguiente se desencadenó una rebelión de parte de las unidades militares de raza negra. Saladino sofocó la revuelta y reorganizó los ejércitos de Egipto en base a tropas sirias, kurdas y turcas más leales y mejor entrenadas. Ese mismo año tuvo que hacer frente a Amalarico I, quien retomaba su ambición de conquistar Egipto esta vez apoyado por la flota bizantina. Sin embargo, las diferencias entre los invasores fueron mayores que sus afanes por conquistar Egipto y Saladino superó la situación.

Hacia 1170 Saladino tenía una posición segura en Egipto. Ese mismo año realizó un ataque al Reino de Jerusalén, destruyendo Gaza y tomando la ciudad de Eilat, en el Mar Rojo, que permitía a los cruzados hostigar la navegación cercana al Sinaí. Un año más tarde debía unirse a Nur al-Din para asaltar el Krak de los Caballeros pero no lo hizo. Saladino, reconocía la autoridad del Sultán de Siria, pero podía gobernar libremente, debido a la lejanía de Damasco y por la presencia de estados cruzados como colchón. El Sultán de Siria, enfadado, le ordenó que disolviera el califato fatimita. Apelando a su sentido práctico, Saladino esperó que Al-Adid muriese, cosa que sucedió rápidamente. Así, Egipto se reintegraba a la corriente sunita del islamismo.

Entre otros asuntos de importancia cabe destacar a Saladino enviando a su sobrino Al-Muzaffar a ocupar Cirenaica al mando de 500 jinetes. Como resultado de esta acción, exigió a los bereberes el pago de un tributo y la devolución de los bienes robados a viajeros de la zona. En 1172 un ejército nubio preparaba un asedio contra Asuan. Kanz al-Dawla, emir de la zona, pidió refuerzos a Saladino, quien envió a su hermano, Turan-shah, lográndose imponer; pero los nubios volvieron a atacar en 1173. El contraataque egipcio consiguió la conquista de Ibrim y del norte de Nubia.

En 1174 se concretó la toma de Trípoli, plaza que había sido dominada por los normandos. Ese mismo año Turan-shah conquistó Yemén y las zonas cercanas al Mar Rojo. El pretexto fue que dichas poblaciones desconocían la autoridad del califa de Bagdad; aunque se cree que Saladino preparaba un lugar adónde huir con su familia en caso de que Nur al-Din lo atacase.

Tras la muerte de Nur al-Din, las circunstancias habían cambiado para Saladino ya que podía atacar por su propia cuenta a los cruzados, haciéndolo desde Egipto; o bien esperar el llamado de As-Salih, el heredero, para atacar desde Siria. Otra opción era atacar Siria y reclamarla para sí, pues creía que Siria estaba en peligro de caer en manos cruzadas o de otro rival musulmán. Sin embargo, eso lo colocaba en una posición moralmente inadecuada para liderar una guerra contra los cruzados.

Gumushtigin, emir de la ciudad de Alepo, asumió la regencia y empezó a anular a los rivales políticos en Damasco. Luego el emir de esta ciudad acudió a Saif al-Din (primo de Gumushtigin) buscando apoyo y al no encontrarlo solo le quedó recurrir a Saladino. Éste cruzó el desierto siendo seguido por emires y soldados. El 23 de noviembre llegó a Damasco —siendo vitoreado— y descansó en la antigua casa de su padre.

Dejando a su hermano, Tughtigin, gobernando Damasco, Saladino se empeñó en recuperar las ciudades que anteriormente estuvieron bajo el poder de Nur al-Din y que gozaban de independencia. El pequeño As-Salih temía a Saladino y dejó el trono no sin antes arengar a su pueblo para que no renuncie a luchar.

El éxito de Saladino despertó la envidia de los zénguidas, quienes veían amenazado su poder ante la ascensión de un nuevo líder. Saif al-Din marchó hacia Alepo liderando un ejército donde se reunieron con otras tropas y enrumbaron hacia Hama para enfrentar a Saladino. Éste, viéndose sobrepasado en número, negoció abandonar las tierras al norte de Damasco sin éxito. Entonces, Saladino tomó posiciones en las colinas próximas al río Orontes. Los zénguidas se lanzaron al ataque confiando en su superioridad numérica. Sin embargo, las tropas de Saladino, más experimentadas aunque menores en cifra, consiguieron una importante victoria poniendo en fuga al ejército zénguida y los consejeros de As-Salih aceptaron el dominio de Saladino sobre Damasco, Homs, Hama y Maarat an-Numan y Baalbeck. El califato abasí le proclamó Sultán de Egipto y Siria.

Las disputas con los zénguidas no estaban acabadas. Saladino cruzó el río Orontes y a veinticuatro kilómetros de Alepo sus fuerzas se encontraron con las de Saif al-Din. Si bien los zénguidas, en esta batalla, lograron superar el ala izquierda del ejército de Saladino, éste decidió cargar frontalmente contra la guardia zénguida y causó la muerte de un buen número de oficiales, Saif al-Din apenas pudo escapar. El campamento enemigo quedó a disposición de Saladino y todo lo que encontró en él lo repartió entre sus guerreros.

Luego intentó entrar en Alepo siendo rechazado. Ya había capturado las localidades de Buza’a y Manjib y sometió a asedio la fortaleza de A’zaz (mediados de mayo de 1175). Allí sufrió un fallido intento de asesinato por parte de un nizarí. Tras la ejecución del asesino, se acusó a Gumushtigin y los nizaríes de estar tras el fallido atentado.

El 21 de junio de 1176 A’zaz se rindió. Saladino se apresuró rumbo a Alepo para castigar Gumushtigin. Su intento por tomar la ciudad fracasó repetidamente. A pesar de ello, consiguió llegar a una alianza con aquél y As-Salih que le reconocía todo lo conquistado. Los emires de Mardin y Keyfa, aliados de Alepo, también le reconocieron como señor de Siria.

Obtenida la tregua con los zénguidas y una relativa paz con los cruzados, Saladino enfocó sus esfuerzos en combatir a la secta nizarí en el verano de 1175. Se cuenta que los asesinos asustaron a Saladino, ingresando a su tienda por la noche, dejando marcas propias de sus armas y una nota que le exigía que levantara el sitio a cambio de conservar su vida. Entendiendo que no podría conquistar unas fortalezas excavadas en las montañas, prefirió llegar a un acuerdo con Rashid ad-Din Sinan, líder de los asesinos. Se cree que Saladino no quería que los cruzados aprovecharan a los asesinos.

Tras un par de años en paz, en noviembre de 1177, los cruzados penetraron en el territorio de Damasco. Saladino consideró rota la tregua y organizó una razzia en Palestina. Los cruzados destinaron buena parte de su ejército a sitiar Harin, al norte de Alepo, descuidando la frontera sur. Saladino marchó contra Ascalón y sus tropas asolaron la campiña, luego saqueó Ramla y Lod hasta alcanzar las cercanías de Jerusalén. Permitió a Balduino entrar en Ascalón junto a los caballeros templarios de Gaza. No los emboscó, pues tenía temor de que aquéllos eran más experimentados que los suyos.  El 25 de noviembre de 1777 Saladino fue sorprendido y atacado en inferioridad numérica en Tell Jezer (cerca de Ramala). El Sultán intentó formar a sus hombres para la batalla pero los cruzados consiguieron sacar ventaja e incluso aniquilaron a su guardia personal. Con las pocas tropas que le quedaron, y a lomo de camello, emprendió camino a Egipto. Este hecho de armas es conocido por las crónicas cristianas como la Batalla de Montgisard.
                                                                                                                  
En el verano de 1179 los cruzados construían un puesto avanzado en la ruta a Damasco y fortificaban el vado del río Jordán, punto clave para el acceso a la llanura de Banias, compartida entre cristianos y musulmanes. Saladino ofreció a Balduino, Rey de Jerusalén, 100.000 piezas de oro para que abandone el proyecto pero fue rechazado. Los cruzados, en una nueva batalla contra los musulmanes, cometieron el error de perder la formación y lo que parecía ser (inicialmente) una victoria se convirtió en una derrota más. Este hecho queda registrado como la Batalla del Vado de Jacob. El 30 de agosto de 1179 las fuerzas de Saladino tomaron la fortaleza.

El Sultán encomendó el gobierno de Siria a Farrukh-Shah y retornó a Egipto. Pretendía pasar el Ramadán en allí y luego hacer el peregrinaje a La Meca. No se sabe el porqué de su cambió de decisión y permaneció en Egipto. Enfrentó en esos años a los beduinos, acusados de apoyar a los cruzados cristianos.

En mayo de 1182, Saladino marchó con su ejército de Egipto hacia Siria. Cruzó el desierto de la península de Sinaí y el golfo de Aqaba. Saqueó la campiña de Montreal y las fuerzas de Balduino solo atinaron a observar. Una vez en Damasco fue informado de que Farrukh-shah atacó ciertas localidades de Galilea y tomó una fortaleza. En julio del mismo año, Saladino le ordenó atacar Kawkab al-Hawa y libró la Batalla del Castillo de Belvoir. Luego, en agosto del mismo año, Saladino lanzó un ataque marítimo y terrestre sobre Beirut.

Kukbary, gobernador de Harrán, invitó a Saladino a ocupar la región de Yazira (norte de Mesopotamia). Al aceptar eso rompía con la tregua establecida con los zénguidas en 1182. En la ribera del río Bira se le unieron Kukbary y Nur al-Din. Las fuerzas combinadas tomaron Edesa, Saruj y Raqqa. Ésta última era una importante localidad ya que era la encrucijada de unos caminos y defendida por Qutb al-Din Inal, quien se rindió a cambio de conservar sus propiedades. Saladino se ganó el favor del pueblo eliminando algunos impuestos y dando amnistía a ciertos habitantes. Desde Raqqa empezó a conquistar Al-Fudain, Al Husain, Maksim, Durain, Araban y Khabur, Karkesiya y Nusaybin, muchas de ellas le declararon su fidelidad.

En 1182, Reinaldo de Chatillon saqueaba las costas del Mar Rojo. Planeaba atacar Medina y llevarse el cuerpo del profeta Mahoma y, así, obligar a los musulmanes a peregrinar a tierras bajo control cruzado para cobrarles fuertes tributos. La flota egipcia destruyó a su oponente y los capturados fueron ejecutados en diversas ciudades musulmanas.

Saladino deseaba conquistar Mosul pero se enfrentaba ante la dificultad de justificar la conquista de dicha ciudad. Los zénguidas de la ciudad apelaron a An-Nasir, un califa abbasí de Bagdad que les era favorable; éste, a su vez, envió como mediador al Sheikh al-Shuyukh. Saladino llegó a la ciudad en noviembre de 1182 y puso sitio. Izz al-Din veía los términos de Saladino muy desproporcionados. El califa intervino tras un punto muerto provocado por las escaramuzas. Saladino pudo retirarse sin sufrir daños en su reputación. Se propuso atacar Sinjar, defendida por Sharaf al-Din. La ciudad cayó en quince días. Las fuerzas ayyubíes ocasionaron grandes desmanes saqueando la ciudad. Saladino apenas pudo proteger al gobernador y sus oficiales enviándolos a Mosul. Luego de esto esperó a los ejércitos de Alepo, Mardín y Armenia en Harrán (febrero de 1183) pero solicitaron la paz de Saladino antes de encontrarse con él en el campo de batalla.

Izz al-Din preparó una ofensiva. A inicios de abril, sin esperar más refuerzos, Saladino y Taqi al-Din marcharon contra sus enemigos. Hacia finales de abril, y tras tres días de intensa lucha, los ayyubís capturaron Amid. Saladino entregó la ciudad a Nur al-Din Muhammad con buenas provisiones; a cambio éste manifestó su lealtad. Con la caída de Amid, Il-Ghazi de Mardin se pasó al bando de Saladino, debilitando a Izz al-Din.

El hermano de Saladino, Taj al-Mulk Buri, fue enviado a tomar Tell Khalid, ubicada cerca de Alepo. La ciudad se rindió sin mediar un asedio. Tras esto, las fuerzas ayyubíes se dirigieron a la ciudadela de Alepo. Zangi no ofreció una gran resistencia y negoció una salida pacífica. Con ésta, Zangi volvía a Sinjar en calidad de vasallo y gobernador de Saladino. A mediados de junio de 1183, Alepo ya era parte del dominio ayyubí. Con el control de esta ciudad, Saladino podía amenazar la costa cruzada fácilmente.

Posteriormente, Saladino puso los ojos en Harim, ciudad fortificada cercana al Principado de Antioquía, bajo mando de un mameluco. Le ofrecieron Bosra y propiedades en Damasco pero no aceptó. Taqi al-Din le arrestó acusándolo de pretender entregar la ciudad a Bohemundo III de Antioquía. Cuando Harim se rindió, Saladino procedió de inmediato a preparar las defensas de la ciudad pero terminó por concertar un canje de prisioneros con los cruzados.

En 1183, a finales de setiembre, Saladino marchó hacia Baisan, pero la ciudad estaba vacía y procedió a quemarla. Luego se desplazó hacia el oeste donde interceptó grupos de cruzados —procedentes de Kerak y Shaubak— de los cuales tomó prisioneros. La fuerza principal de los cruzados, comandada por Guido de Lusignan, se desplazaba de Séforis hacia Afula. Saladino ordenó a 500 escaramuzadores para que hostiguen la marcha y se dirigió hacia Ain Jalut. Cuando los cruzados avanzaron, Saladino se retiró de la plaza. Hubieron algunas incursiones musulmanas en Zir’in, Forbelet y Monte Tabor. Los cristianos decidieron no enfrentar al cuerpo principal del ejército musulmán; Saladino se retiró ya que empezaban a escasear las provisiones.

Reinaldo de Chatillon seguía acosando las caravanas que transitaban la ruta Siria-Egipto de paso que amenazaba con asediar La Meca. Saladino sitiaría la fortaleza de Kerak, bastión de Reinaldo en Transjordania.

Tras el fracaso del sitio de Kerak, Saladino se fijó —una vez más— en Mosul. Masud se había aliado con el gobernante persa de Azerbaiyán y atacaron a Saladino a través de los Montes Zagros. En marzo de 1186, Saladino enfermó y no le quedó otra salida que un tratado de paz con Mosul en el cual reconocía la autonomía de aquéllos a cambio de que se reconozcan sus conquistas y un apoyo mutuo contra los cruzados.

En 1186, Reinaldo de Chatillon atacó una gran caravana musulmana en la que se decía que viajaba la hermana de Saladino, cosa que no se pudo confirmar. Guido de Lusignan realizó levas en todo el reino. Saladino marchó por tierras de Raimundo III de Trípoli sin que éste se le opusiera. El enfrentamiento se dio en 1187, en el lugar que se conoce como los Cuernos de Hattin. En esta batalla la caballería ligera y arqueros musulmanes hicieron fracasar a los cruzados en su intento por alcanzar el Lago Tiberíades con lo cual se vieron obligados a acampar en la llanura de Maskana. Saladino encontró un ejército exhausto y sediento. Casi la totalidad del ejército cruzado fue destrozado y tomó como prisioneros a los más importantes líderes políticos y militares; además de capturar la Vera Cruz, la reliquia más preciada de los cruzados. En ese contexto Saladino ofreció una copa de nieve al rey de Jerusalén, su prisionero, que luego pasa a manos de Reinaldo de Chatillon. Saladino, enfurecido, no quiso darle hospitalidad a un acérrimo enemigo del Islam y lo ejecutó con sus propias manos. Luego justificó su proceder diciendo que Reinaldo de Chatillon era un hombre que había sobrepasado todos los límites posibles.

Tras Hattin, Saladino encontró muy fácil ocupar el norte de Jerusalén: Galilea y Samaria cayeron debido a la ausencia de tropas y líderes; del mismo modo que Trípoli. Posteriormente, Saladino marchó hacia el mar reduciendo Acre y luego Arsuf. Nazaret, Séforis, Cesarea y Haifa fueron pan comido. Con la llegada de la flota de Egipto, la flota cruzada fue eliminada. Saladino se dirigió hacia el mar y tomó ciudades costeras: Sidón, Beirut, Biblos, Torón y las tierras fronterizas entre el Condado de Trípoli y el Reino de Jerusalén. Solo Tiro resistió ya que era fácil defenderla; Saladino dejó asediándola. Ascalón fue el nuevo objetivo, vital para la defensa de Egipto. Saladino negoció la liberación de Gerard de Ridefort a cambio de unas fortalezas templarias. Guido de Lusignan fue canjeado por Ascalón. Posteriormente esta ciudad se negó a rendirse pero pronto fue conquistada al igual que Ramla e Ibelín.

Durante el asedio de Jerusalén ningún cristiano quiso ceder la ciudad; Saladino, entonces, decidió tomarla por la fuerza. En octubre de 1187, Balián de Ibelin quiso negociar con Saladino la rendición, pero éste no aceptó ya que habían rechazado su oferta inicial. Balián de Ibelin amenazó con destruir la ciudad antes que entregarla. Saladino conversó con sus emires y luego aceptó la rendición y prometió respetar la vida de todos sus habitantes.

Aún quedaban pendientes ciertas plazas que se resistían como Tiro, que ahora contaba con el apoyo de una flota italiana. Mejor suerte tuvo con la captura de Tartus, Giblé y Lattaquieh. También tomó Sahyoun, fortaleza hospitalaria, y avanzó Sarminiyah alcanzando así las fronteras del Principado de Antioquía capturando Barzouyeh y asediando la capital. Kerak, Safed, Belvoir, Kabouab y Chaubac, situadas en Transjordania, cayeron tras una enconada resistencia de las órdenes militares que las defendían hacia 1189 igual que Beaufort.

Con la caída de Jerusalén se organizó la Tercera Cruzada, la cual pudo recuperar San Juan de Acre, plaza que Saladino intentó socorrer sin éxito. Sin embargo, pronto la suerte estuvo de su lado: los líderes cristianos tuvieron diferencias a la hora de repartirse el botín. Saladino intentó, infructuosamente, rescatar a los prisioneros musulmanes que fueron ejecutados por orden de Ricardo Corazón de León, el monarca inglés, cansado de esperar el rescate.

Ricardo Corazón de León consiguió más victorias en Tierra Santa. Pretendió casar a su hermana con el hermano de Saladino. Ellos, como dote, recibirían Jerusalén y la misión de proteger a los peregrinos, pero el plan se vio truncado cuando la princesa inglesa rechazó casarse con un musulmán. El monarca inglés pactó tres años de tregua con Saladino antes de retirarse. Una franja costera entre Tiro y Jaffa quedaba en manos cristianas, pero no Jerusalén.

Saladino murió en 1193. Su cuerpo fue enterrado en el exterior de la mezquita omeya de Damasco. A Saladino le sucedió su hijo, Al-Afdal, en el trono de Siria. Fue el inicio de la dinastía ayyubí. En Europa los cruzados que retornaron a casa trajeron numerosas leyendas y anécdotas en la que Saladino figura como un sujeto emblemático en cuanto a cortesía, sabiduría y caballerosidad.

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