El mapa escogido fue el Mediterráneo. Con un mar en el centro, fue elegido para que las potencias navieras del juego hicieran gala de sus dotes midiéndose frente a otras de similares condiciones. El equipo en el que formaron parte los españoles se extendía de este a oeste en el norte. El enemigo se hallaba igualmente pero en el sur.
En las fronteras de ambos equipos había contacto entre los bizantinos del Emperador Alejo IV y los japoneses de Date Masamune; como también los sarracenos de General Shirkuh y de los españoles. Quienes se encontraban en la zona periférica representaban para su oponente la puerta de entrada al centro del enemigo. Ellos fueron quienes más daño sufrieron en los primeros momentos. Los de Bizancio cayeron en nula capacidad operativa, al poco tiempo de iniciarse las batallas, debido a un constante asedio. Los españoles sufrieron embestidas enemigas por ser paso obligatorio hacia los vikingos de Magnus el Fuerte y los mongoles de Batu Khan, ubicados en el centro de las posiciones.
Desde el inicio de la partida, el rival hizo sentir su fuerza con incursiones navales hostigando, principalmente, las costas de vikingos, mongoles y españoles (los bizantinos ya no eran de interés). Surgían, al principio, frente a las costas con imponentes flotas dotadas de galeones artillados de élite. Como respuesta, vikingos y mongoles defendían con flechas incendiarias desde los castillos costeros; con bolas de fuego, desde los onagros y expediciones terrestres de soldados y maquinarias de asedio que se internaban valientemente, bajo fuego, en territorio enemigo.
En determinado momento, en tierra firme, los españoles, se vieron atacados masivamente por fuerzas combinadas hostiles, en un intento furioso; tanto así que los aldeanos, luego de perder las posiciones originales, reconstruyeron su ciudad un poco más cerca del extremo oeste.
Vikingos y mongoles llegaron a convertirse en un constante dolor de cabeza para sus contrincantes. Fueron, en un principio, los líderes del equipo. Luego, agotados, cedieron el lugar a los españoles. Cuando éstos pudieron crear un ejército lo hicieron, en principio, para defenderse al mismo tiempo que sus aldeanos trabajaban en la obtención de mayores recursos. Posteriormente, pudieron dirigirse a la ciudad de los turcos atacando con sucesivas oleadas de guerreros y armas de asedio. Del Sultán Murad y los persas de Mondhir, el primero de ellos cayó mediante una ofensiva terrestre. Los sarracenos ya habían sido eliminados previamente.
Cesadas las actividades bélicas del enemigo, los españoles debían incursionar en aguas enemigas. Las primeras tres expediciones se encargaron de hundir la flota. Sólo así se podía pasar a la segunda fase de la contraofensiva: destruir las construcciones defensivas costeras. Desde un mar bajo poder español y un rival debilitado, fue tarea más fácil. Con la mayor aproximación posible de los galeones artillados de élite, los bombardeos dieron en objetivos un poco más internos.
La obtención de recursos fue un factor determinante en esta batalla. Sin embargo, hay un detalle. Los aliados pueden hacerlo pero muy limitadamente ya que dependen de la inteligencia artificial. Llegan a un momento en que nadie trabaja, salvo dos o tres. Encajan bien en este instante citar unas palabras que el enemigo menciona cuando es vencido. Más o menos son dichas de esta manera: “tú eres humano y yo una pieza de relojería”. El jugador humano tiene más habilidades que la inteligencia artificial del juego. Así, puede trasladar aldeanos de un rincón a otro del mapa con tal de explotar minas de oro o canteras de piedra cosa que la computadora no lo hace. Algo similar sucede con las reliquias: una o dos no fueron recogidas a pesar de haber sido localizadas. Ellas contribuyeron aportando oro que luego fue repartido, mediante tributo, a los demás aliados.
Si bien los oponentes cedieron ante la combinación de navíos vikingos y mongoles, se debe a que constantemente solicitaban materia prima para poder combatir. Si se trata de aliados no es un abuso de parte de ellos. Definitivamente no era para aumentar sus arcas. Fue, precisamente, para mantenerse en pelea y para no claudicar. Con ello podían solventar expediciones guerreras que por sí solos no hubieran hecho. Entonces, compartir recursos con el aliado necesitado, por la vía del tributo, es otra manera de defenderse ya que ellos lo hacen por ti en el momento necesario.
En resumen, las claves de la victoria estuvieron en la explotación de recursos y la entrega de parte de ellos a los aliados, como tributo, y sin verlo como una forma de vasallaje; ya que, más que subordinación, fue un apoyo al camarada de turno. Segundo, el esfuerzo naval de vikingos y mongoles para frenar a la flota enemiga y mantenerla lejos de las costas. La derrota hubiera significado el final del juego. Tercero y último, el trabajo del equipo llevado en dos frentes de guerra terrestres: el primero (cronológicamente) en el noreste cuya víctima fueron los japoneses; el segundo, el principal, en el noroeste en donde se hallaba la ciudad de los sarracenos que, derrotada, representó la puerta abierta hacia el corazón del territorio turco y persa. La victoria no tardaría en llegar.