Debido al tiempo transcurrido —desde su estreno hasta hoy— ya debe haber literatura crítica de cine muy desarrollada sobre la película. Entonces, evitando caer en un círculo vicioso, mi pretensión es encontrarle algún punto, visto desde cierto ángulo, que termine por ser original y novedoso. Es por ello que termino haciendo esta suerte de ensayo o apreciación crítica centrada en uno o dos temas. Por otro lado, estudiar la película globalmente seria un proyecto que tomaría años y el formato del blog no permite algo tan extenso.
Entre dos mundos y en ninguno
Un hecho que causa mucha controversia es que los vikingos sean los primeros europeos en poner sus pies en el Nuevo Mundo, una hazaña que habrían logrado seiscientos años antes del viaje de Cristóbal Colón y su flota de tres carabelas. Aunque no se ha demostrado con gran certeza, hay argumentos que apoyan la tesis. Por citar uno de ellos vale decir que en aquellos años los vikingos eran los mejores navegantes del mundo, si bien sus expediciones se limitaban a saquear poblaciones, generalmente europeas, y desaparecer con el botín hasta la próxima oportunidad.
Se suele decir que los vikingos establecieron una colonia en El Labrador, la tierra que bautizaron como Vinland o la tierra del vino. Posteriormente la colonia fue abandonada debido a la abrumadora hostilidad de los nativos americanos y los vikingos, que habían llegado con buenas intenciones, nunca más regresaron. Sin embargo, esta película muestra una situación en la que los papeles han sido invertidos.
En la trama vemos cómo un vikingo quiere dar a su pequeño hijo (cuya edad no se precisa, pero debe ser menor de diez años) una suerte de iniciación en la guerra invitándolo a asesinar a un prisionero indígena. Quizás por una cuestión de buen corazón o temor, aquel niño no desea hacerlo y con ello merece el castigo de su padre a latigazos. Poco tiempo después, una mujer nativa lo rescata de entre las ruinas de un barco drakkar encallado en la costa. Esa mujer se convierte en su madre adoptiva, luego que un consejo tribal determinase que era preferible y más humano conservarlo como un adoptado que abandonarlo a la intemperie en medio de un clima difícil. Hacer lo contrario sería inhumano.
Son difíciles los tiempos que viven los thule (los futuros inuit) o también conocidos como skraelings, como eran llamados por los vikingos en su lengua. Constantemente son acechados por los invasores vikingos quienes desean limpiar —mediante una masacre— toda la costa descubierta para posteriormente establecerse en ella. Los indígenas, por su parte, viven atemorizados sin tener ideas claras de qué hacer; tanto así que quien desbarata los planes vikingos es alguien que pudo haber sido uno más de ellos, pero las circunstancias marcaron su vida de otro modo. Éste consigue la victoria de un modo peculiar: en un enfrentamiento de uno contra varios y lo gana con artimañas y el conocimiento del terreno, pues sabe de la llegada del deshielo que trae la primavera y eso será vital para vencer.
¿Quiénes son estos hombres, los vikingos, que asolan las poblaciones costeras del actual Canadá? Como parte de las migraciones, pueden ser procedentes de Islandia y Groenlandia; antes de alcanzar a establecerse en cualquiera de estas dos islas, vinieron de las actuales Noruega o Suecia, es decir, Escandinavia. Entre sus mitos tenían una historia en la que más allá del mar se ubicaba una tierra tan rica y hermosa como el Edén judeocristiano, con todo aquello que la difícil Escandinavia —tierra de hielo y escasos recursos vitales— no les ofrecía.
Los vikingos son seres de estatura espigada y, más la ayuda de la voluminosa armadura, tiene un aspecto fiero tanto así que no parecen seres humanos sino monstruos sobrenaturales cuando son vistos en las primeras escenas, una apariencia más próxima a los guerreros del videojuego Warcraft. Conocen el acero y el uso el caballo, a los cuales usan con una destreza temible.
Los nativos americanos son su contracara, seres más pacíficos, si bien los vikingos se refieren a ellos como salvajes e incivilizados. No deben sobrepasar el metro y ochenta centímetros, además de tener la figura más delgada. Las únicas armas que manejan con destreza no están a la par de las vikingas: flechas con punta de piedra que no penetrarían una armadura de acero. Consideran a los invasores también como salvajes por su violento proceder. En todo momento el film se encarga de que esta sea la imagen final que debe quedar en la mente del espectador. Los vikingos son capaces de atrocidades y las muertes más crueles. Utilizan sobre indefensos las armas que hubieran usado en un campo de batalla contra un enemigo igualmente armado. Pueden tomarse a la ejecución de un prisionero como una cuestión que les ofrezca diversión haciendo elección del modo cómo éste debe morir.
Se puede avizorar la victoria rápida de un puñado de guerreros sobre pueblos menos desarrollados, sobre hombres cuyas aldeas son pobladas con casas armadas con palos y ramas de árboles y visten pieles o toscas telas y plumas de pavo.
Esta es también la historia de la problemática personal de Sombra. La mayor parte del film se desarrolla en un momento de su etapa juvenil. Antes de salvar a su pueblo, debe superar ciertos traumas personales. Siendo niño presenció la crueldad vikinga que dejó huella en su alma, los recuerdos lo atormentan. De la boca del más anciano de la tribu, aquel a quien todos llaman Rastreador, se escucha la revelación de que Sombra lleva en el corazón un gran deseo de venganza. No puede ser más acertado. El pueblo que está siendo atacado es el pueblo que lo acogió cuando pudo ser abandonado a la muerte. Ve asesinados a muchos con quienes ha crecido y compartió momentos gratos. Sombra ama a ese pueblo. Entonces, ¡cómo no defenderlo!
Sombra maneja la espada de acero que es europea y el arco y la flecha nativa. Con ambas armas defiende a su pueblo. Ya desde esta condición el film va dando la imagen de un ser entre dos mundos. La espada —cuya presencia asombra a los indios— representa su condición vikinga, ya que es lo que conoció antes de ser rescatado; el arco y la flecha, su lado indígena debido a su adopción por los inuit.
Esta condición de estar en dos mundos va más aún allá y se torna más compleja. Hemos dicho que racialmente es un blanco o un vikingo; culturalmente, está más próximo a lo que es un nativo americano, incluso ha adoptado su lengua para el uso cotidiano, su vestimenta y desea participar de sus rituales… pero es rechazado por los indios, que lo estiman, diciéndole que no es su lugar. Por otro lado, los vikingos lo ven como uno más de los nativos y lo desprecian. En el desfiladero, durante esa última batalla, el líder vikingo, al decirle que prefirió a los otros en lugar de los suyos y que no pudo recordar quién era, ya lo está rechazando como integrante de un conjunto de hombres y mujeres conocidos como vikingos y lo está incluyendo como parte de un conjunto de hombres y mujeres llamados inuit.
El problema no acaba en lo anterior. Hacia el final de la película se oye la voz en off de la hija del difunto Rastreador. Al referirse a Sombra lo hace como de un hombre que no era de un pueblo ni del otro. Es cierto que termina siendo un salvador para los nativos; pero el nuevo rastreador —una suerte de líder comunitario— es la hija del anciano muerto. Que sombra no pueda ser el siguiente rastreador es signo de la problemática racial y cultural. Debería ser él y no la hija del rastreador quien ocupe ese lugar. Tal oficio es típico de un hombre, por los rigores que exige, y no de una mujer, cuya labor es hogareña, según lo que sabe de los pueblos nativos. Es más, para designar al nuevo rastreador (porque el anciano ya se sentía agotado para continuar) se iba a celebrar “El Círculo de los Valientes” un ritual para elegir al sucesor, pero no se logra dar. Aquel adminículo, similar a un collar y que cuelga del cuello del rastreador, pasa de las manos de Sombra a la hija del Rastreador. Los nativos que la rodean se postran ante ella… a excepción de Sombra. Éste no es parte de ellos y nadie le recrimina por no hacerlo. No tenía porqué.
A Sombra sólo le queda la autoafirmación que hace ante el líder vikingo: “yo soy quien soy”; algo así como cerrarse sobre sí ante la presencia de los dos bandos y desarrollar su individualidad. Como conclusión: Sombra no es una cosa ni la otra; ni vikingo, ni indio. La imagen en la que él solo mira desde lejos el poblado revela ese aislamiento y la condición de quedarse en el Nuevo Mundo sin pertenecer a una comunidad en la que encuentre a otros como él.